30/7/08

No quiero hacerte daño


No quiero hacerte daño, pero no estoy enamorado de ti,
dijo mientras ella se preguntaba que importaba eso. Todavía pienso en mi ex, y ella permaneció impasible, como esperando que la conversación llegara a algún sitio. No quiero que te enfades, repetía una y otra vez, quería que lo supieras, para que no te sintieras utilizada. No entendía nada. ¿Utilizada porqué? ¿Acaso él se sentía así? ¿Acaso el sabía porque había decidido follárselo aquella y otras noches antes de esa? En fin, pensó, es una pena, folla de miedo. ¿Quiere decir esto que no nos veremos más? Preguntó al fin. El titubeaba, era evidente que le gustaba follar con ella y que se sentía culpable por eso, porque seguramente pensaba en su ex y no en ella y eso le hacía sentir rastrero, instinto vs moral. No lo se. Comodidad ante todo. ¿Qué hago? Se preguntó a si misma. ¿Cuál de todas las reacciones posibles evitara que decida marcharse por no hacerme daño? Ojala pudiera decirle la verdad: No me importa que pienses en tu ex, disfruto del sexo contigo, pienses en ella o en los pingüinos rosas del anuncio, sólo necesito la atención justa y necesaria cuando estamos en la cama. Pero sabía cual sería la reacción, como se cambiarían las tornas, como el se sentiría ofendido, como jugaría el papel de objeto sexual con sentimientos, y ella sería la mala. Entiendo que pienses en ella, dijo, habéis estado mucho tiempo juntos, es normal que no lo hayas superado. Su mirada se perdía en algún lugar indeterminado entre sus tobillos y sus rodillas. Le cogió la mano, como se la había cogido a ella muchas veces, y lo miro a los ojos para mentirle sin decir nada. Sabia que el entendería lo que quisiera y que ella no se sentiría mal por ello. La besó. Lo siento, dijo con un hilo de voz. Siento estar haciéndote esto. ¿El que?

28/7/08

¿Qué estaba pasando?


- Me voy a la mierda –dijo, y se marchó.
Dejaba tras de si ese ambiente humeante de cuando en verano el calor derrite el asfalto. ¿Qué estaba pasando? Unas horas después seguía allí, como un perro abandonado en una gasolinera en el camino que une dos pueblos, Contigo y Sintí. ¿Qué hacer ahora? Sentarse a esperar requería una paciencia de la que no disponía, y comenzar a caminar, una fuerza de voluntad que brillaba por su ausencia en días como aquel. Deambulaba por entre los servidores, gasolina, diesel, súper plus, 95. Alguien abandonó allí el negocio del petróleo unos años atrás, le contaron que los atracos eran frecuentes por aquella zona y que de noche los lobos aullaban y hacían estremecer al adolescente de turno que esperaba sacarse unas pelas los fines de semana sin trabajar en un bar y sin dejar de estudiar, poniendo en juego su propia integridad física. ¿Cómo he llegado aquí? Miró el vacío de su propia existencia y sin querer hizo algo que detestaba, pensó en el pasado, en aquellos días que de forma consciente o inconsciente había olvidado. Recordó las mil y unas veces que planeó qué hacer si algún día se veía en una situación como aquella, pero el tiempo hacia estragos, estragos del tipo demencia senil, y a sus años ya era imposible recordar el plan de acción. ¿Qué estaba pasando? Ni un solo coche otro par de horas después, ya nadie iba al pueblo en Febrero, ya nadie iba al pueblo nunca. ¿Qué hacer ahora? Estaba anocheciendo, recordó que unas horas antes había pensado en los lobos y se pregunto como cuantos ejemplares del animal favorito de Felix Rodríguez de la Fuente quedarían en aquellas llanuras solitarias del oeste de la península. Miró el horizonte lejano que le servía de cuna al sol y un buitre sobrevoló el cielo de las seis de la tarde. ¿Cómo he legado aquí? Y miraba sus propias manos como si en ellas fuera a encontrar la chuleta del camino de vuelta.
¿Qué estaba pasando?

15/7/08

(Sin título)


Siempre la misma mujer en la misma mesa de la misma terraza, cada mañana desayuna un café con leche al tiempo que lee el periódico mientras su perro, un yorkshire terrier albino, descansa a la sombra de las nueve de la mañana. Un hombre en bicicleta se cruza por el carril bici, llevando como paquete a su hijo, dirección guardería de verano, cantan, no se el qué, pero cantan. Me cruzo con una chica que me mira, me mira porque voy pensando y muevo los labios, porque hablo sin emitir sonidos, divago sobre el mundo y la gente con la que me cruzo, y pienso que una chica me mira, agacho la cabeza, movimiento reflejo cuando me siento observada y al levantarla de nuevo me topo de bruces con una pareja que discute, ella esta apoyada en un coche con los bazos cruzados y la mirada desviada hacia el lado contrario en el que el articula frases cortas y concisas como “no bonita, no” “no bonita, no”. Bonita. No es bonita, seguro que lo fue, pero ahora apenas le quedan dientes y tiene la piel envejecida, hace tiempo que no se tinta el pelo y la raya negra de diez centímetros contrasta con el rojizo de las puntas creando un efecto óptico curioso. No le mira, el sigue hablando, ya no los escucho. Un autobús me distrae, va lleno de gente que se apretuja en pleno Junio bajo el amparo del aire acondicionado, menos mal. En la parada de enfrente, bañistas dirección Malvarrosa. Un militar, un militar cruzando Blasco Ibáñez. Me pregunto dónde irá, de dónde vendrá, dónde habrá estado y que habrá hecho, y sobre todo cómo puede ir así vestido con el calor que hace. Me distraigo imaginando las venturas y desventuras del susodicho patriota en el pecho del cual brilla un escudo pasado de moda. Y entre guerras y conflictos llego a casa, como siempre, le doy al botón de On en el ventilador y me siento en el sillón a escuchar esa canción que anoche me erizaba la piel.

14/7/08

El Beso

Museo Príncipe Felipe. Julio 2008