28/11/08

Juntando pedazos rotos de textos nunca publicados...


Pasó tanto tiempo con la cabeza apoyada en su mano izquierda cerrada en un puño, que la marca del anillo se le quedó en la mejilla y cuando quiso darse cuenta la susodicha se había extendido y todo su cuerpo estaba lleno de espirales a lo Klimt que no hacían mas que marearla. Si bien todo aquello no era bello, al menos si estéticamente impactante, lo que le recordó que a veces se apropiaba de términos acuñados por otros, pero ¿Quién no? Las horas que pasaron desnudos en su cama goteaban hoy en el grifo de la cocina inundando una pila llena de platos por fregar, pero como siempre ¿Qué más daba? Canturreó esa canción de Los Planetas que lleno sus días de invierno y sintió como las espirales se replegaban sobre sí mismas. Sin darse cuanta había metido el fairi en la nevera y la coca-cola bajo el fregadero, ya no recordaba que especias le había puesto a la tortilla ni si se habría quemado por uno de los lados. Era evidente que no estaba a lo que estaba, si es que es cierto que alguien puede no estar a lo que esta. Casi sin querer, y juntando pedazos rotos de textos nunca publicados, tenía una nueva actualización para el blog.

24/11/08

vehemente.
(Del lat. vehĕmens, -entis).
1. adj. Que tiene una fuerza impetuosa. Un discurso vehemente.
2. adj. Ardiente y lleno de pasión.
3. adj. Dicho de una persona: Que obra de forma irreflexiva, dejándose llevar por los impulsos.

22/11/08

Días extraños



Aquella mañana, cuando se despertó, ya no había nadie a su lado. Tan aliviada como extrañada acarició el hueco en las sábanas cual lámpara de la que esperaba ver salir al genio. Su pelo alborotado dormía todavía, lo acarició con los dedos buscando nudos que no encontró, y pensó que por lo menos algo era sencillo, pasarse los dedos por el pelo era sencillo. Suspiró y miró al techo. No quiso saber la hora ni el día, no quiso recordar su nombre ni su cara, sólo pensar en la agradable sensación del contacto con su piel. No voy a llorar, y se quitó de encima el nórdico que la cubría mostrando así su desnudez, cada día más frágil y desgastada. Buscó pistas en su cuerpo para asegurarse de que aquello fue real y al no encontrarlas sospechó seguir dormida y se pellizcó. No notó nada y se asustó. Se asustó y se despertó.




21/11/08

Vaya, llueve (II)

En el suelo color teja se veían rebotar las gotas de lluvia débilmente iluminadas por la luz ambiente y una pequeña lámpara que el portero tenía puesta en la pared de la entrada.

- ¿Tu quieres el paraguas?- le preguntó ella

- Yo si y tu también, que te vas a constipar y no hay quien duerma contigo cuando te constipas.

- Cuánto amor

- Puedo darte más- y la atrajo hacia si para meterla bajo el paraguas.

Las gotas salpicaban el trozo de pierna que le quedaba descubierto por el camisón. Ella se cogió a su brazo y el respiró profundo.

- ¿No te encanta la lluvia?

Nadie contesto, el se había acostumbrado a aquella pregunta como ella lo hizo al silencio que la seguía. Apoyó la cabeza en su hombro y el se cambió el paraguas de mano, con el brazo que le quedaba libre rodeó sus hombros y acarició su pelo.

- Lo que me encanta es subir aquí contigo.

Ella lo miraba, el paraguas hacia sombra en su cara y apenas sí distinguía unos labios moverse el ritmo de unas palabras que siempre hacían temblar su mundo, quizás fuera por el frío, quizás no, sea como fuera ella se acercó para besarlo. El no movió los labios, sólo se dejó besar, perdiéndose en la humedad de su boca, en la calidez de sus besos en invierno, se miraron y el la besó, ella no movió los labios, sólo se dejó besar, perdiéndose en la dulzura de su boca, en la intensidad de sus besos.

(…)

15/11/08

Ser-ahí

Era un ente abierto al ser, “ser” como aquello que instala y mantiene a los entes concretos en su entidad, era un Dassein arrojado al mundo, un “ser” tal que sólo a él «le va» su propio ser, que mantenía una explícita relación de co-pertenencia consigo mismo, que se hallaba en cada caso abocado al mundo. Era un ser-ahí y era suave, tanto, que la pregunta por el ser le resbalaba.

12/11/08


Lo que mas le gustaba de pelar mandarinas era que el olor solía quedársele un rato en los dedos de manera que era fácilmente perceptible para los demás y siempre había alguien que preguntaba:

Quien ha comido mandarinas?


8/11/08

Con el viento del Siroco

Aquella madrugada, al despertar, esa masa de aire seco, caliente, con apenas la humedad propia de la zona, le susurró que era el momento. Sabía que nunca nadie le pediría explicaciones, y si lo hacían siempre podría apelar a lo perjudicial para el humor que es el viento del Siroco, como hizo Gustav Aschenbach, como haría ella si fuera sometida a juicio, usarlo simplemente como causa atenuante.
Se acariciaba la frente. Cuando quería llorar se acariciaba la frente, las cejas, los pómulos, a veces los labios, pero sobre todo la frente, con la yema de sus dedos la recorrían en líneas verticales de arriba abajo, de abajo a arriba hasta que se le olvidaba porqué era que iba a llorar.
Aquella tarde no funcionó.
En días como aquel nada funcionaba.
Estaba hecho, no había más que pensar, sólo esperar, esperar que alguien llegara, o que nadie viniera nunca, era la única que había presenciado los hechos y no pensaba desvelar ni uno de los secretos allí confesados. Pensó en coserse la boca, pero no encontró hilo ni aguja y aunque los hubiera encontrado, tampoco tenía espejo, y de haberlo tenido, no habría servido de nada.
Y allí seguía, desnuda, sentada en el suelo, sin sentir frío ni calor y con aquello entre sus manos.
¿Cómo pudo un bolígrafo causar todo lo demás?




4/11/08

Y de repente

La pasta de dientes sabía a coliflor y eso sólo podía significar una cosa, había llegado Noviembre y era su santo. Alguien llamaba al timbre con una insistencia desesperante, pero a ella no le apetecía abrir, “seguro que no son regalos”, pensó, y esa excusa le bastó para no escupir y salir corriendo. Se miro al espejo extrañada como si el reflejo no fuera el suyo, al menos no como lo había visto antes, algo había cambiado, y de repente lo entendió todo, al menos de una forma diferente a como lo había entendido hasta entonces.




1/11/08

Vaya, llueve (I)

- ¿Lo oyes?
El murmuró, aún dormido
- Eh –le dijo cerca del oído- despierta
- ¿Qué pasa?
A ella nunca dejaba de sorprenderle que cuando lo despertaba en medio de la noche el siempre contestaba con dulzura.
- ¿Lo oyes?
- No…
- Calla y escucha
Las gotas caían con tanta fuerza sobre el tejado de chapa que cubría la terraza del primero que el gesto de su cara cambió.
-Vaya. Llueve.
Ella sonrió y dejó pasar la obviedad del comentario mientras le besaba la mejilla.
- Ya puedes dormirte, voy a cerrar las ventanas
Se enrolló en la manta y salió de la habitación, caminó hacia el comedor y al llegar vio un pequeño charco que se había formado en el suelo, cerca del sofá. Lejos de querer evitarlo, lo pisó, y se quedó ahí el tiempo suficiente como para notar el agua entre sus dedos, se asomó a aquella ventana y sacó los brazos, las gotas golpeaban el alfeizar y la empapaban.
- Te vas a resfriar –dijo alguien a su espalda
- ¿No te has dormido?
El sonrió y dejó pasar la obviedad mientras se acercaba para abrazarla.
- ¿Quieres subir? -preguntó
- ¿Ahora?
- ¿Quieres?
Ella asintió, caminó apresurada hacia la habitación cogió los abrigos, el paraguas, y las llaves, cuando volvió el la esperaba con la puerta abierta.
- ¿No coges zapatillas?
- No
- Te puedes hacer daño
- Ay, vale, voy
El reía.
Apenas veinte escalones mas arriba encontraron la puerta de la terraza entornada…


(...)