Las fotos de facebook que
constantemente me lo recuerdan, las listas de reproducción ya
creadas, el olor de un hogar
desaparecido en mis pijamas, las bufandas de punto que tienen mellizas separadas al nacer, el sol de las once, mis gafas con una graduación caducada y algunas cremas anti-edad en un viejo neceser.
Tu, misionero de Dios y escribir este texto sin meditarlo demasiado.
Las ganas de preparar la cafetera de las mañanas con agua del
Leteo. Ser consecuente. La coherencia que tanto sobrevaloro. La
necesidad de reivindicar un presente con menos ayeres. Intentar
conciliar los pasados -los propios y los ajenos, los compartidos y
los extraños-. La licencia poética.
O cómo si algo de todo lo dicho
fuera a ser cierto o pudiera no serlo.