22/3/07

El Tesoro Enterrado

Tengo un poco abandonado el Blogspot, como tengo abandonadas muchas otras cosas, estoy de vacaciones mentales además de constipada.

Así, se me ha ocurrido contaros un cuento que leí una vez en un libro de Jorge Bucay y que me llamó la atención, pero cuya moraleja esta aún por determinar.

El título del cuento era: El Tesoro Enterrado.

Había una vez en la ciudad de Cracovia, un anciano piadoso y solitario que se llamaba Izy. Durante varias noches soñó que viajaba a Praga y llegaba hasta un puente sobre un río. Soñó que a un lado del río, y debajo del puente, se hallaba un frondoso árbol. Soñó que él mismo cavaba un pozo al lado del árbol y que de ese pozo sacaba un tesoro que le traía bienestar y tranquilidad para toda la vida.

Al principio, Izy no le dio importancia. Pero cuando el sueño se repitió durante varias semanas, interpretó que era un mensaje y decidió que no podía desoír esa información que le llegaba de no sabía donde, mientras dormía.

Así que, fiel a su intuición, cargó su mula para un largo viaje y partió hacia Praga.

Después de seis días de marcha, al anciano llegó a Praga y se dedicó a buscar el puente sobre el río a las afueras de la ciudad.

No había muchos ríos ni muchos puentes, así que rápidamente encontró el lugar que buscaba. Todo era igual que en su sueño: el puente era custodiado día y noche por un soldado de la guardia imperial.

Izy no se atrevía a cavar mientras el soldado estuviera allí, así que acampó cerca del puente y esperó. La segunda noche, el soldado empezó a sospechar de aquel hombre que acampaba cerca de su puente, así que se aproximó para interrogarle.

El viejo no encontró razón para mentirle. Por eso le contó que había llegado desde una ciudad muy lejana porque había soñado que en Praga, bajo un puente como aquel, había un tesoro enterrado.

El guardia empezó a reírse a carcajadas.

- Has viajado mucho por una estupidez – le dijo -. Desde hace tres años, yo sueño todas las noches que en la ciudad de Cracovia, debajo de la cocina de un viejo loco llamado Izy, hay un tesoro enterrado, ¡ja ja ja!

Izy dio amablemente las gracias a aquel hombre y regresó a su casa.

Al llegar, cavó un pozo bajo su cocina y encontró el tesoro que siempre había estado allí.

2 comentarios:

Aristófanes dijo...

La moraleja está clara: hay que buscar un puente con un soldado para que nos diga dónde hay un tesoro. Fácil, ¿no?

También se podría hablar de cómo necesitamos que nos abran los ojos otros para ver los tesoros que tenemos cerca, o cómo el no prestar atención nos hace perder la felicidad, o bueno...mil historias, pero para eso haría falta un filósofo, no un cómico.
Espero que te repongas rápido!

Javier dijo...

Primero, desearte que te mejores.

Este relato tiene muchas similitudes con "El Alquimista" de Paulo Coelho, sobre todo en lo del tesoro y su ubicación.