5/11/14


Como si quisiera enterrarse en un mar de hojas secas y hacerse un vestido de amapolas. Colgarse en el pelo estrellas de mar y pensamientos de "los niños perdidos" y que de su ombligo brotara polvo de hadas con olor a azahar y en su tripa se dibujaran todas las constelaciones. Como si quisiera que sus lágrimas al caer sembraran semillas de melonares y que de la punta de cada uno de sus dedos saliera el arco iris en días de lluvia.

2/11/14

Te llamaré Alabama.

27/1/13



Extraño Enero de adiós para siempre y nos vemos mañana.


31/12/12



Se termina el año en el que no se terminó el mundo. El año en el que me dejé crecer el flequillo. El año en el que pise la Plaza Roja de Moscú. El año en el que averigüé que me gustaban las olivas. El año en el que cerramos el taller. El año que más amé a Tolstoi. El año en el que aprendí que no es tan fácil irse, que nunca nos vamos del todo, que nos vamos dejando en los lugares. El año del no decir y el año del no callar.

26/12/12


Mala mierda sería morirse ahora, pensaba ella mientras se apretaba con el brazo derecho el brazo izquierdo a la altura del codo (como lo había visto en las películas). Mueres sin licenciar, pensó. Mueres y no se entera nadie hasta mañana por la mañana. Mueres y a nadie le has dicho donde escondes las cosas que quieres que encuentren cuando mueras. Mueres sin epitafio, sin saber freír un huevo, sin testamento de tus pocas pertenencias. Mueres joven y de una forma nada dramática, mueres de infarto mientras dormías, mueres de indigestión. Estas muerta y no hay mas que hablar porque estar muerta es lo que tiene.

28/11/12




Las fotos de facebook que constantemente me lo recuerdan, las listas de reproducción ya creadas, el olor de un hogar desaparecido en mis pijamas, las bufandas de punto que tienen mellizas separadas al nacer, el sol de las once, mis gafas con una graduación caducada y algunas cremas anti-edad en un viejo neceser. 
Tu, misionero de Dios y escribir este texto sin meditarlo demasiado.
Las ganas de preparar la cafetera de las mañanas con agua del Leteo. Ser consecuente. La coherencia que tanto sobrevaloro. La necesidad de reivindicar un presente con menos ayeres. Intentar conciliar los pasados -los propios y los ajenos, los compartidos y los extraños-. La licencia poética. 
O cómo si algo de todo lo dicho fuera a ser cierto o pudiera no serlo.

9/11/12

Pensó que igual no era tan necesario que su blog fuera tan serio, tan ensayado, tanto de borradores que sobreviven a tantas correcciones, filtros y censuras. 
Pensó.

13/2/12

Destello afónico

Con aquel catarro le había cambiado la voz, motivo por el cual decidió que podía dedicarse al blues el tiempo que durase su peculiar afonía. Era la ocasión perfecta para transmitir con su ronquera sus penas por el mundo. El tiempo que durase el resfriado, calculaba, sería el suficiente como hacer carrera hasta llegar a ser considerada una joven artista revelación -probablemente la llamarían la nueva Nina Simone-, y en el momento de su recuperación poder cambiar radicalmente de actitud y campo de expresión alegando para justificarse un rapto místico.

Hizo una pequeña maleta que llenó de ropa negra y grandes piezas de bisutería, pañuelos, sombreros y unos largos guantes que combinaría con ánimo de parecer lo mas extravagante posible. Su deseo era aparentar siempre estar a un paso de la locura, en la frontera difusa que separa el excentricismo de la demencia.

Se tiñó de rubia platino y salió a la calle sin abrigo.

Entró en un antro, antes famoso Piano Bar, no demasiado lejano, y puso melodía a su reivindicación de derecho a la pataleta. Cada vez que notaba ganas de toser, fingía emoción, callaba, tragaba saliva, miraba al techo y cerraba los ojos, esperaba a que pasase y seguía. El encanto de todo aquel dolor que la rodeaba no tardó en enamorar a un público en el que esperaba encontrar a cualquiera que la amase lo suficiente como para ser el manager que produjese su disco, le consiguiese drogas y solucionara los problemas en los que pensaba meterse cada noche.

Algunos ratos se preguntaba cuánta era la ausencia de coherencia en su plan y cuanto lo que de posible realidad le quedaba, se contestaba a sí misma que nada de todo aquello importaba. Sobretodo porque su afonía continuaba y se agravaba progresivamente por su decisión de no llevar abrigo y dormir en los portales. Por fin podía emular sin miedo la vida de aquellas personas que siempre la habían fascinado. Dormir de día, vivir de noche, amar cada rato, cada hombre, mujer, nota y melodía como si nunca fuera a existir otra, otro rato, otro hombre, otra mujer, otra nota, otra melodía.

La noche que aquel tipo le preguntó si quería convertirse en estrella, ella fingió acento ruso. Coincidía que aquel día no llevaba más ropa que un largo vestido de lentejuela blanca que una de las parroquianas del local le había regalado la primera vez que la oyó cantar. La ropa, su blanquecina piel y su pelo la convertían en un precioso destello afónico que se contoneaba.

Los días se sucedieron, su único gasto era el decolorante, su única preocupación, que nadie supiera su secreto.

Aquella noche debutaba como artista. Cantó como si le fuese la vida en ello, tanto, que apenas llegó a la segunda estrofa notó la amenaza de un ataque de tos. Quiso usar el truco de siempre, fingió emoción, calló, tragó saliva, miró al techo, cerró los ojos y esperó que pasase. No funcionó. Siguió callada, se tapó con una mano la cara, se encogió. El público aplaudió, en medio del sonido de unas palmas que le recordaron a la lluvia ya no pudo evitar toser. Tosió.

Tosió tanto que se desmayó.


Al día siguiente la prensa cultural anunció la trágica muerte por pena de la nueva Nina Simone.


11/2/12

19/1/12

Que me mate la pena negra, dijo, que lo haga ya que tengo que hacer pis y no se si me aguanto. Deliraba como deliran los febriles, sólo que su sintomatología cursaba sin fiebre. Sudaba, temblaba, y recitaba el Fausto de Goethe modo receta de bizcocho con mermelada de arándanos. ¿Por qué esa receta y no otra? No se, ¿por qué Goethe y no Chaucer?

Preguntas irrelevantes como esa se plantean los asistentes a esta meriendacena.

Construyamos el manifiesto dadaísta definitivo, grita alguien que ocupa la silla sexta y cuatro quintos de la fila tercera contando desde el este hacia el oeste. ¿Qué queremos comunicar?, se interrogan unos a otros, ¿de qué queremos hablar?, ¿qué queremos expresar?. Hablemos del sentido de la vida, grita un desdentado al que acompaña siempre un hurón domesticado que le pela las pipas para que pueda comerlas sin usar dentadura.

El sentido de la vida... susurro mientras anoto cuanto sucede en aquel garaje de camiones cisterna. He tenido que sentarme sobre una lámpara de pié estilo imperio que alguien ha traído a modo de bastón para tener una vista lo más amplia posible. De repente una melodía suena, hay un mono tocando el acordeón y todos lo miramos. Los interlocutores terminan por perder el hilo y al fin de la pieza quieren volver al tema que les ocupa, pero han olvidado quienes son. Tras unos segundos de desconcierto, uno toma la palabra.

Retomemos el debate, caballeros, dice el hombre del chaqué, de ser cierta la proposición 4.001 del Tractatus, el lenguaje no es más que la totalidad de las proposiciones. Un murmullo se levanta entre los asistentes que ahora han adoptado las maneras propias de un joven inglés formado en Cambridge. Asienten con tanta entrega que a uno se le han caído las gafas de pasta circulares al plato de sopa. Es Benjamin, anda preocupado últimamente, comenta a menudo que tiene que marcharse, que los van a perseguir, nadie termina de entender de qué habla ni a qué se refiere con ese plural, pero se lo suelen perdonar porque todos disfrutan cuando habla de la Spes Alada y el Angelus Novus.

Yo he terminado por olvidar cómo llegue a ser la tomadora de actas de estas reuniones secretas que se organizan sin fecha ni hora ni dimensión conocida, todo lo que traigo conmigo es una nota escrita con lápiz de ojos en la que aún se lee. “Este sitio no es el tuyo, nos vemos en Febrero en Siena”.

11/12/11

Escribí este texto hace meses
lo publico hoy porque si.

Hay que recuperar el Zeit zu Zeit, dijo, hay que recuperarlo, repitió. Cuando Février preguntó por la resurrección del Zeit zu Zeit, como única respuesta obtuvo el silencio de Silence.

Y es que lo que Février no sabía era que tiempo de tiempo murió el día que Cravate olvidó del todo quien era y fue encontrado semanas después en Viena, en una casa malinterpretada como estilo Bauhaus, contemplando los radiadores que hacían esquina; el día que Prochain durmió ocho horas del tirón y al despertar no anotó su sueño para comentarlo después buscando una interpretación satisfactoria en base a la cual rehacer su vida; el mismo día que Samu -el único personaje in-apodado- se dejó bigote de chivo, y comenzó a frecuentar a una mujer tan autodestructiva como él con la que firmó un pacto de suicidio inducido por el amor que se profesaban. Tiempo de tiempo murió el mismo día en que Silence habló para decir ya no escribiré mas, que hay que abandonar la poesía o la pérdida será mayor que la ganancia y todos acabaremos siendo sólo letras. Tiempo de tiempo era tiempo de tiempo pasado. Después de aquello todos mudamos la piel al menos dos veces.

Pero Février esto no lo sabía porque había pasado los últimos meses construyéndose una ciudad nueva a la que llamó Berlín y de la que fue volviendo poco a poco y nunca entera. Quizás por eso no dejaba de repetir hay que recuperar el Zeit zu Zeit. Hay que recuperarlo.


7/10/11


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18/7/11

Pope. Un gypsy casino.
En Gandia. Julio 2011.

20/11/10

19/11/10

Esto es para ti que dices que ya no escribo.




Pensó en lo oportuno que se le antojaba hacer un elegante mutis por el foro, desaparecer sin hacer ruido, irse como se había estado yendo casi sin querer y sin poder evitarlo. Mientras planeaba una fuga improvisada se despistaba mirando de reojo el subir y bajar de su pecho hinchándose y deshichándose, arriba y abajo, casi como si respirase. Metió en una maleta unas bragas, un suéter, un paragüas de varillas rotas, y un libro de Tolstoi y se marchó como se había estado marchando casi sin querer y sin poder evitarlo. Cuando alcanzó la puerta, desnuda bajo un abrigo rojo pasión, su gato maulló lo que a ella le pareció un "espera", siempre supo que la sugestión era de necios, así que se convenció de que efectivamente y contra todo pronóstico su gato había maullado y esperó para no irse como se había estado yendo casi sin querer y sin poder evitarlo.




7/10/10

Hoy he sacado un libro de la biblioteca entre las páginas del cual he encontrado una nota que apesta a colonia en la que hay escrito:
"Lo siento por ayer, no te desperté, parecías muy cansada, que te hayas divertido mucho en Chicago, diviértete en Orlando, y que tengas un buen retorno a España, fue muy divertido conocerte, beso. Mauricio"


18/9/10

Todos los Septiembres te lloraron
y este no iba a ser menos.



24/3/10

14/12/09

Lunes


Entro encogida, casi replegada sobre mi misma, con la cara enterrada en lana morada y las manos enfundadas en cuero negro, por la puerta trasera de la cafetería de la facultad -el segundo lugar más cálido en el que se me ocurre refugiarme-. Nada más verme, el bueno de Prochain se acerca para abrazarme mientras me dice: hacemos todo lo que podemos. Pero porqué Prochain? pregunto compungida. Porqué hace tanto frío? Ah, querida Silence, dijo, el horror, el desamor, el ser arrojado al mundo, lo absurdo de la tragedia humana, no lo sé, pero te prometo que haré lo que sea para solucinarlo.


27/8/09

Eso dicen (I)


Cuando aquella noche, sin previo aviso, el fenómeno climatológico conocido como diluvio se cernió sobre aquella ciudad en aparente cuarentena, a ella no se le ocurrió otra cosa mejor que hacer que salir a sentarse sin abrigo en las escaleras de la entrada de aquella facultad ocupada.

- Eres demasiado auto destructiva, lo sabías? -murmuró una voz cada vez mas familiar a su espalda.

- Eso dicen

El recién llegado dejó caer con aparente descuido su chaqueta de cuero sobre los hombros de ella.

- Pesa -murmuró en lugar de gracias

- Eso dicen

Cuando se sentó a su lado la lluvia cayó con mas fuerza, rebotando en el suelo casi con furia, queriendo quizás enviar una señal a aquellos escépticos relativistas. Señal que como era de esperar no entendieron.

- Qué tal el día? -preguntó mientras encendía como podía un cigarro entre aquellas mangas en las que se le perdían las manos.

- Bien, ahora mejor.

- Por la lluvia o por la compañía?

- Por ambas.

El cigarro prendía entre sus dedos.

- Tu no fumas

- Lo se, es que me gusta verlo arder

- Qué rara eres a veces

- Eso dicen.