- No puedo dormir –dijo bajo las sábanas a un auricular.
- Y eso? – preguntó al otro lado una voz somnolienta.
- No lo se
- Mh
- …
- Puedo hacer algo por ti?
- No, nada más.
¿Puede ser que, por teléfono, las sonrisas se escuchen?
- Vale, podemos quedarnos así el rato que quieras
Asintió.
Y allí se quedaron los dos en silencio, protagonizando el absurdo de las noches en vela, de cuando no puedes dormir y llamas a alguien que si puede sólo para decirle que no puedes dormir. Lo mejor es cuando al otro lado del auricular oyes una respiración pausada y rítmica y así acabas durmiéndote instantes después. Lo peor, la factura de teléfono del mes.
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