31/3/09
África
13/2/09
La cosa
8/11/08
Con el viento del Siroco
Se acariciaba la frente. Cuando quería llorar se acariciaba la frente, las cejas, los pómulos, a veces los labios, pero sobre todo la frente, con la yema de sus dedos la recorrían en líneas verticales de arriba abajo, de abajo a arriba hasta que se le olvidaba porqué era que iba a llorar.
Aquella tarde no funcionó.
En días como aquel nada funcionaba.
Estaba hecho, no había más que pensar, sólo esperar, esperar que alguien llegara, o que nadie viniera nunca, era la única que había presenciado los hechos y no pensaba desvelar ni uno de los secretos allí confesados. Pensó en coserse la boca, pero no encontró hilo ni aguja y aunque los hubiera encontrado, tampoco tenía espejo, y de haberlo tenido, no habría servido de nada.
Y allí seguía, desnuda, sentada en el suelo, sin sentir frío ni calor y con aquello entre sus manos.
¿Cómo pudo un bolígrafo causar todo lo demás?
4/11/08
Y de repente
La pasta de dientes sabía a coliflor y eso sólo podía significar una cosa, había llegado Noviembre y era su santo. Alguien llamaba al timbre con una insistencia desesperante, pero a ella no le apetecía abrir, “seguro que no son regalos”, pensó, y esa excusa le bastó para no escupir y salir corriendo. Se miro al espejo extrañada como si el reflejo no fuera el suyo, al menos no como lo había visto antes, algo había cambiado, y de repente lo entendió todo, al menos de una forma diferente a como lo había entendido hasta entonces.
17/10/08
Olores
El café con leche que olía a menta y canela le devolvía a las mañanas frente aquella ventana viendo el mundo funcionar. Tostadas con philadelphía y mermelada de melocotón, bostezos y miradas perdidas en el blanco roto de una mesa de comedor. Porqué los olores tenían esa capacidad de hacerla viajar por el tiempo y el espacio? Su pintalabios olía a invierno, la casa de su abuela a cocido, aquella colonia a tardes en el banco de la esquina, esa camiseta a tranquilidad y el café con leche a las mañanas que se despertaba con el.
5/10/08
No le gustaba
No le gustaba esa sensación que le vaciaba el estómago, ni el nudo en su garganta.
No le gustaban los días, ni las noches.
13/9/08
El gato negro en el descampado
Soy el payaso en el funeral, la afónica del coro, la de amarillo en el estreno, el gato negro en el descampado, el guisante bajo los colchones de la princesa del cuento, la que no se ríe después del chiste, la nota desafinada, el pelo en la sopa, la v en el verbo “haber”, el lamparón en la blusa blanca, el roto en las medias, la mancha de tinta en la carta de amor, el aplauso que se queda solo, la hoja suelta del libro, el árbol del jardín que no crece, la moneda que no entra en la máquina, el carmín en los dientes, la canción que se engancha en el toca-discos, el mechón de pelo en la cara.
21/8/08
Viajar en el tiempo
Si lloraba era en la ducha porque era como no llorar, entre aquellas mamparas la realidad transcurría en paralelo al mundo y se sentía protegida pese a la d e s n u d e z y el ruido ensordecedor del agua, o precisamente por eso. Echó hacia atrás la cabeza y las lágrimas se confundieron con el agua que bajaba desde su pelo formando una pequeña cascada, abrió la boca para beber y escupió al notar el calor. Levantó los brazos y se apoyó en aquel teléfono modo masaje con cuatro chorros, cambio la posición a suave caricia y así se quedó, el tiempo justo para darse cuenta de que lo que más le apetecía era viajar en el tiempo, aunque no supiera a dónde exactamente.
12/8/08
Ahogada en una lata de berberechos
Y ahora vivía angustiada por la perdida, tumbada en el suelo alimentándose de latas de berberechos y el tabaco de su pipa, y perdiendo la consciencia de cuando en cuando para olvidar. No sabía cómo había llegado allí, sólo que no podía ir muy lejos sin que la angustia se apoderara de su cada vez mas débil cuerpo, de su cada vez mas efímera existencia, Los espejos habían desaparecido y ya no sabía como era su cara, de que color eran sus ojos ni como habría cambiado la forma de sus cejas,. Empezó a recogerse el pelo con lápices de colores por las molestias que este le ocasionaba, sobre todo a la hora de comer, y contempló, con asombrosa impasibilidad, como se demacraba con los días. Perdió la noción de tiempo, “de día” y “de noche” eran expresiones carentes por completo de significado para ella, no volvió a ver el sol, ni la lluvia, ni el cielo. De vez en cuando alguien tocaba al timbre, propaganda, el cartero, gilipollas, nunca contestaba, en realidad nunca estaba, dejó de entrar en algunas de las habitaciones de aquella casa abandonada al abandono, casi como ella, y su vida transcurría de la cocina, al baño y de allí al comedor, con visitas ocasionales a la habitación contigua, pero nunca mas allá del balcón. Imaginaba que la buscaron, era de esperar, familiares y amigos notarían la ausencia aunque ella pensara que sería imperceptible, pero las posibilidades de encontrarla disminuían con el paso de los días, Nadie sabía que dejó su ciudad, Nadie sabía que ocupó otro piso, Nadie sabía que sacó todo su dinero de las tarjetas de crédito para no tener que recurrir nunca mas a un cajero y que pedía que le llevaran la comida a casa siempre con el nombre de una antigua compañera del colegio. Nadie la visitaba de cuando en cuando, le llevaba ropa y algún otro libro que devoraba en las horas muertas, veinticuatro cada día, le hacía compañía un rato cada semana, nunca más de lo necesario, nunca mas que otras veces. Y así transcurrieron sus días carente de número y de nombre, y así pasaron sus horas muertas, veinticuatro cada día, los mismos días cada año excepto el cuarto, cuando el veintinueve de Febrero salía a la calle con sus botas, el abrigo de piel sintética de su abuela, la pipa y un sombrero, de vez en cuando le lanzaba gatos a los transeúntes, pero eso eran las menos veces, le sabía mal por los gatos. Nunca volvió a plantearse nada, nada siquiera que no se planteaba nada, su vida se convirtió en el incesante goteo de los minutos que hicieron un mar de días, que ahogó a una vieja excéntrica en una lata de berberechos.
Fin ♪
6/8/08
El absurdo de las noches en vela
- No puedo dormir –dijo bajo las sábanas a un auricular.
- Y eso? – preguntó al otro lado una voz somnolienta.
- No lo se
- Mh
- …
- Puedo hacer algo por ti?
- No, nada más.
¿Puede ser que, por teléfono, las sonrisas se escuchen?
- Vale, podemos quedarnos así el rato que quieras
Asintió.
Y allí se quedaron los dos en silencio, protagonizando el absurdo de las noches en vela, de cuando no puedes dormir y llamas a alguien que si puede sólo para decirle que no puedes dormir. Lo mejor es cuando al otro lado del auricular oyes una respiración pausada y rítmica y así acabas durmiéndote instantes después. Lo peor, la factura de teléfono del mes.
3/6/08
El timbre del teléfono
Dejó sonar el teléfono. No estaba en casa. Y sin estar, el timbre de cada tono parecía perforarle el cerebro. Cuelga. El timbre cesó. Me pregunto quien sería. Aunque en realidad no importa. No estoy en casa. Quizás fuera urgente. O puede que no. Podía ser uno de esos contestadores que te dicen que has ganado un sorteo y te ha tocado un chalet. A lo mejor era mi madre. ¿Cuánta gente tiene el número de teléfono de mi casa? Desde luego, nadie con quien me apetezca hablar ahora. O si. A lo mejor eran los del banco. ¿Cómo irá mi cuenta, a todo esto? Estará ya en números rojos. Y hablando de rojo, tengo que llamar a los de Cruz Roja, ya no me apetece seguir pagando. A lo mejor era una oferta de trabajo. En ese caso sería una pena no haberlo cogido y es mejor no pensarlo. No pensarlo. No pensar. A lo mejor es mejor no pensar. Quiero que me escribas una canción. Vuelve a sonar. Esta vez ha dado menos tonos. Ahora releo el párrafo y me pregunto si esto es una reflexión profunda a cerca de los pensamientos que desencadena el timbre de un teléfono, o simplemente una lluvia de ideas ordenadas sin orden y escritas sin pensar.
22/5/08
No se
“No se si quiero llorar o reírme a carcajadas, no se si prefiero estar sola o acompañada, no se si me apetece gritar o dormir la siesta, no se si estaré mejor aquí o en la calle, no se si lo quiero o lo detesto. No se nada y se muchas cosas. Nunca hasta ahora la contradicción había estado tan presente en mi vida. No se si soy yo o alguien completamente diferente. No se cual de todos mis yos es mi yo verdadero, si mi yo melancólico, mi yo esperanzado, mi yo estúpido, mi yo motivado, mi yo positivo, mi yo trabajador, mi yo desorientado, mi yo misterioso, mi yo creativo, mi yo enamoradizo, mi yo pasota, mi yo independiente… ni siquiera se si soy alguno de ellos, si realmente quiero averiguarlo o si prefiero seguir con la duda. Al final el Caballero de la Armadura Oxidada ha hecho mella en mí. Necesitaré una ardilla y una paloma para atravesar los tres castillos del Camino de la Verdad y luchar contra el dragón del Miedo y la Duda.”
Escribí eso en Enero de este año, cuando mis esquemas se desmontaban a la velocidad de la luz y en la ciudad de los callejones construían plazas y parques. Lo hago público hoy por un motivo muy sencillo: me apetece.
11/5/08
C o s a s
B e s o s L o s P l a n e t a s C a f é c o n c a n e l a y m e n t a E l e d r e d ó n R i s a s S o n r i s a s T u p i e l a l d e s p e r t a r L a v e n t a n a d e t u c u a r t o L a l u z d e l a m a n e c e r P a l a b r a s s u s u r r a d a s U n a h a b i t a c i ó n r o j a L á g r i m a s S e c r e t o s T u p e l o m o j a d o a l s a l i r d e l a d u c h a C a r i c i a s e n m i e s p a l d a E l r o c e d i s c r e t o d e n u e s t r o s c u e r p o s m i e n t r a s n o s p r e p a r a m o s p a r a s a l i r a l m u n d o u n d í a m a s . . .
6/5/08
Amor de marmol
-Por la noche puedes atravesar la ciudad en coche en menos de media hora –dijo
-Pensé que no vendrías
-Sin embargo aquí me tienes
Comenzó a desnudarse.
-Se que es tarde para quedar
-Si, llegas 5 años tarde
Siguió desnudándose.
-No tienes porque hacerlo
-He venido a esto, he dejado durmiendo a mis hijos, a mi marido, a mi perro, me he venido sin dejar una nota, y he venido sólo a esto.
-Pero, no se, cuéntame, ¿cómo es tu vida?
-Mi vida es perfecta
Desabrochó su sujetador y lo dejó caer. Se acercó a el y comenzó a desabrochar los botones de su camisa.
-Mi vida es perfecta desde que te fuiste –repitió
-Y qué tal tu marido?
-Eso no importa
-Y tus hijos?
-Mis hijos son lo mejor que he hecho en la vida
-Siempre dijiste que nunca serías madre
-Siempre dije que nunca te olvidaría
Silencio. Unos pantalones cayeron al suelo y la hebilla del cinturón hizo un ruido agudo y metálico.
-Sigues preciosa
-Hoy no son necesarios los cumplidos
-Nunca te pedí perdón –recordó
-Eso facilitó mucho las cosas
Le quitó la ropa interior. Bajó sus bragas poco a poco hasta que acabaron cayendo solas por sus piernas. Estaban desnudos uno frente al otro.
-Por qué no me tocas?
El esquivó su mirada inquisitorial, acusadora, vencida, perdida, sin ganas, llena de pasión, llena de tristeza.
-Ha cambiado tu mirada
-He cambiado yo –sentenció
Recorrió su cuerpo con la mirada y se detuvo en una cicatriz
-Cesárea.
-¿Qué pasó?
-Nada que quiera contar
-Quiero saber de ti –suplicó
-Ya no tienes que saber nada. Soy una mujer felizmente casada, trabajo de profesora en un instituto, tengo tres hijos, dos chicos y una chica, vivo en las afueras y por las últimas navidades me regalaron un perro.
-Y qué fue de la mujer que conocí?
-La mujer que conociste desapareció el mismo día que tu
-Nunca quise que lo nuestro acabara así
-Lo se, pero eso no importa, eso no importa lo mas mínimo, porque es así como a acabado, es así exactamente como a acabado
Sus ojos se humedecieron
-No llores
-No lloro. Bésame
La besó. Cogió su cara entre sus manos y la beso. En sus labios notó la humedad de sus lágrimas. Temblaba. La abrazó con fuerza. La besó con fuerza. La besó con ternura. La beso con alivio, con tristeza, con las ganas acumuladas de los instantes que no pasaron juntos, la besó a ella años mas tarde, cuando no siquiera se reconocía al mirarse en el espejo. La besaba mientras pensaba en la mierda de vida que llevaba.
-Pensé en ti todos los días
-Yo no te recordé ninguno
Siguieron besándose. Caminaron atropelladamente por el pasillo. Abrazados. Acariciándose. Reconquistando un cuerpo que ya no les pertenecía.
-Quise llamarte pero…
-No me lo expliques, no quiero saberlo
La empujó sobre la cama desde donde ella miraba entre suplicante y vengativa
-Vas a follarme ya o aún quieres seguir hablando?
-Se tumbó sobre ella, la miró y la penetró con firmeza
Gimió.
Gimieron.
-Llevo mucho tiempo esperando este momento
-Pues no lo estropees
Lo empujo, rodaron y quedó arriba de el, que acariciaba sus muslos al tiempo que ella subía y bajaba con las manos entrelazadas en su pelo, cerrando los ojos, respirando con fuerza.
-Eres la mujer más sexy que conozco
-Cállate
Y volvió a acercar su cara a la de el.
-Cállate –susurró
El giró sobre ella y desde arriba le sujeto las muñecas. Sentía una atracción hacia su mirada, se les acababa el aire.
-No quiero callarme
-No he venido a hablar
Gimió
-A qué has venido?
-He venido porque me debías un polvo, he venido a recordar lo maravilloso que era el sexocontigo, sólo eso, luego me iré
-No quiero que te vayas
-Pero eso ya no importa
Volvió a gemir
Arañó con fuerza su espalda y gimieron de placer
-Vámonos
-Vámonos
Más rápido, más fuerte, más alto, más lejos, gritaba, gemían cada vez más, al mismo compás. Y de repente, silencio, silencio y respiración agitada. El se tumbó a un lado, ella retiró un mechón de pelo empapado de su frente. El se giró para mirarla. Ella disimuló cerrando los ojos. Respiraban agotados. El acariciaba su pecho. Ella le apartó la mano.
-Voy a marcharme
-Quédate a dormir
-Mañana tengo que prepararle el desayuno a mi familia
-Volveré a verte?
-Seguramente no
-Te he echado mucho de menos
-Es tarde hasta para las mentiras
Se levantó y entró en el baño. Miró su reflejo con el rimel corrido y el pelo alborotado. Se lavó la cara, se lavó las manos, se metió en la ducha y dejó que el agua fría recorriera su cuerpo.
Salió con el pelo empapado y lo vio semi dormido, desnudo sobre la cama, el ruido de los pasos le despertó, la vio alejarse de puntillas. Llegó al comedor y se vistió, el apareció cuando ella terminaba de ponerse los zapatos.
-Antes nunca llevabas zapatos
-Antes, antes no era así
-Qué pasó?
-Que te fuiste. Y ahora me voy yo.
-Te llamaré
No obtuvo respuesta. Ella ya había abierto la puerta y se despedía con la mano como si fueran a verse mañana, como si no fueran a verse más. Cerró la puerta y bajó por las escaleras, no quería esperar el ascensor. En la calle sólo ella y el ruido de sus zapatos. Giró la esquina, subió en su coche y se marchó.
26/4/08
Déjame
-Que te pires! –gritó
-Pero… –intento explicarse
-Te he dicho que te vayas!
-Pe… -insistió
-¿Estas sordo? Joder, que te pires de una puta vez –abrió la puerta con un movimiento violento y lo empujó. El no opuso resistencia, sólo era un muñeco de trapo que se dejó echar. Cerró la puerta lo mas fuerte que pudo y se apoyo en ella con la cabeza agachada. “Joder, joder, joder…” murmuraba una y otra vez “Joder, joder…” Su voz desapareció, ya sólo quedaba el movimiento de sus labios. “Joder…”
Levantó la cabeza y su mirada coincidió con la mirilla de aquella puerta blindada que ahora no sabía si le parecía un muro de piedra o una cortina de humo. Lo vio, seguía allí plantado, no hacía nada, sólo estaba allí, de pié, como si estar ahí fuera suficiente. Con la seguridad que daba el saberse invisible siguió mirándole. Cambiaba el peso de su cuerpo de una pierna a otra y suspiraba. Ella simplemente lo miraba. “Vete” murmuró. Y como si la hubiera oído levantó la mirada.
-Estas ahí? –le preguntó a la nada
No obtuvo respuesta
-Por favor –dijo casi suplicante
Odiaba sentir pena en situaciones como aquella, odiaba esa moral que la llevaba al perdón mas absurdo, odiaba pedir perdón, odiaba que le pidieran perdón, odiaba los perdones cuando iban seguidos de nada, los perdones vacíos, las segundas oportunidades que no eran mas que subguiones de la primera. Lo odiaba pero contestó.
-Dime.
Pudo oír sus manos apoyándose en la puerta, como si pudiera abrazarla.
-Perdóname.
-No tengo nada que perdonarte -guiñó los ojos con fuerza. ¿Cómo que no? Sonó una voz en su cabeza.
-Ábreme, por favor, ábrame, necesito que hablemos, te necesito
"Te necesito” y el eco de sus palabras se prolongó por todo aquel piso vacío.
- No me sirve que me necesites. Si de verdad me necesitas esto no tiene sentido. Si me necesitas no quiero que me tengas.
Nadie contestó.
-Pero es que te necesito. Sin ti me falta el aire, sin ti no soy nada, sin ti no valgo nada, por favor…
-No –dijo-. No – repitió. Vete –insistió. –Vete- otra vez
-Quieres que me vaya? –preguntó el como si no fuera suficientemente evidente.
-Si
-De verdad.
-Vete, vete, déjame, déjame en paz, no puedo mas, no ves que no puedo mas, no ves en lo que me he convertido, no me ves? Déjame, no me haces bien, déjame, déjame.
Y en su pensamiento “déjame” siguió sonando.
-Si quieres que te deje en paz lo haré.
-No me escuchas, nunca lo has hecho, no me escuchas, te estoy diciendo que me dejes, te dije que no vinieras, te dije que te fueras y ahora quiero que me dejes. Déjame.
Suspiro y se alejó de la puerta, porque sabía que el no se iría, se fue alejando de la puerta poco a poco, primero de espaldas y luego de espaldas a ella. Caminó, recorrió el pasillo, llegó a la última habitación, su habitación, entro en el baño, cerro la puerta, se metió en la bañera, corrió la cortina y se cubrió la cara. “Déjame” seguía repitiendo “déjame”
Sólo quiero desaparecer…
19/4/08
La muerte me viene a buscar
Anoche soñé que nadaba en un lago y la muerte me venía a buscar. La encontraba mientras buceaba, con su capa negra y su enorme capucha haciéndole sombra a la luna. En mi sueño salía corriendo, había alguien más, no lo recuerdo, yo salía corriendo y llegaba a mi casa donde encontraba a una desconocida en mi cocina, era una amiga, pero tenía una cara que no me resultaba familiar, y de repente, ella, que entendía como funcionaban los trámites para esquivar la defunción, llamaba por teléfono a la muerte con el mando a distancia del ONO y la muerte le decía que quería hablar conmigo. Entonces mi desconocida amiga me pasaba el mando que hacía las veces de teléfono y la muerte me decía que vendría hoy a las seis y me colgaba haciendo gala de sus increíbles malos modales. Hoy a las seis. Yo empezaba a llorar desconsolada porque tenía muchas cosas que hacer, y lloraba más al pensar que si lloraba no podría hacerlo todo, por dos sencillos motivos, primero porque las lágrimas nublaban mi vista y así era complicado desenvolverse, y segundo y no por ello menos importante, los sofocos y la respiración tanto agitaba como irregular, me impedía hablar y actuar con normalidad.
No podía despedirme de nadie porque no sabía donde estaban, porque no podía hablarles ni tampoco abrazarles, pero la muerte iba a venir, iba a venir a las seis y Cronos no iba a hacerme el favor de atrasar los relojes veinte años.
Y allí estaba yo, de repente, en una azotea con mi amiga, corriendo no se muy bien hacia donde. En mi sueño yo confiaba en que ella tendría la solución, yo la seguía pensando que era ella quien negociaría con la muerte y me dejarían unos años mas, el tiempo suficiente como para que se me pasara el sofoco y pudiera dejar las cosas mejor terminadas de lo que estaban.
Recordé que tenía muchos trabajos por entregar, que en nada eran los exámenes, que había quedado para tomar un café esa tarde, que me iban a dejar una cámara de fotos y tenía que hacer un reportaje, recordé que tenía aún muchas cosas que decir, había personas que tenían derecho a saber que conocerlas había sido increíble, tenía un libro a medio terminar y aún no había pillado el chiste que me habían contado ese mediodía, recordé que tenía entradas para un concierto, que nunca había visto el sol de media noche, le recordé a él y recordé que mi lista de “cosas que hacer antes de morir” era realizable, pero ya no tenía tiempo, estaba corriendo y la muerte iba a venir a por mi. No podía hacer nada de eso porque estaba muy ocupada llorando y corriendo sin destino, perdía mi tiempo llorando y corriendo.
Y en esas me he despertado con la garganta dolorida de tanto soñarme llorando y eran las once. Voy a ver si alguien me hace compañía hoy a las seis, tenemos que estar haciendo algo increíblemente absurdo o increíblemente peligroso cuando la muerte me venga a buscar.