Mostrando entradas con la etiqueta Y tú sin saberlo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Y tú sin saberlo. Mostrar todas las entradas

11/12/11

Escribí este texto hace meses
lo publico hoy porque si.

Hay que recuperar el Zeit zu Zeit, dijo, hay que recuperarlo, repitió. Cuando Février preguntó por la resurrección del Zeit zu Zeit, como única respuesta obtuvo el silencio de Silence.

Y es que lo que Février no sabía era que tiempo de tiempo murió el día que Cravate olvidó del todo quien era y fue encontrado semanas después en Viena, en una casa malinterpretada como estilo Bauhaus, contemplando los radiadores que hacían esquina; el día que Prochain durmió ocho horas del tirón y al despertar no anotó su sueño para comentarlo después buscando una interpretación satisfactoria en base a la cual rehacer su vida; el mismo día que Samu -el único personaje in-apodado- se dejó bigote de chivo, y comenzó a frecuentar a una mujer tan autodestructiva como él con la que firmó un pacto de suicidio inducido por el amor que se profesaban. Tiempo de tiempo murió el mismo día en que Silence habló para decir ya no escribiré mas, que hay que abandonar la poesía o la pérdida será mayor que la ganancia y todos acabaremos siendo sólo letras. Tiempo de tiempo era tiempo de tiempo pasado. Después de aquello todos mudamos la piel al menos dos veces.

Pero Février esto no lo sabía porque había pasado los últimos meses construyéndose una ciudad nueva a la que llamó Berlín y de la que fue volviendo poco a poco y nunca entera. Quizás por eso no dejaba de repetir hay que recuperar el Zeit zu Zeit. Hay que recuperarlo.


31/3/09

Goteras



Y no se si soy yo

o mi paragüas

t i e n e g o t e r a s

. . .



5/12/08

Sylvia

Ana

M

Audrey

Simone

Rocío

la chica tripolar

Marilyn

Alicia

Magdalena

Blanca

Mirna

Jimena

Anne



22/11/08

Días extraños



Aquella mañana, cuando se despertó, ya no había nadie a su lado. Tan aliviada como extrañada acarició el hueco en las sábanas cual lámpara de la que esperaba ver salir al genio. Su pelo alborotado dormía todavía, lo acarició con los dedos buscando nudos que no encontró, y pensó que por lo menos algo era sencillo, pasarse los dedos por el pelo era sencillo. Suspiró y miró al techo. No quiso saber la hora ni el día, no quiso recordar su nombre ni su cara, sólo pensar en la agradable sensación del contacto con su piel. No voy a llorar, y se quitó de encima el nórdico que la cubría mostrando así su desnudez, cada día más frágil y desgastada. Buscó pistas en su cuerpo para asegurarse de que aquello fue real y al no encontrarlas sospechó seguir dormida y se pellizcó. No notó nada y se asustó. Se asustó y se despertó.




8/11/08

Con el viento del Siroco

Aquella madrugada, al despertar, esa masa de aire seco, caliente, con apenas la humedad propia de la zona, le susurró que era el momento. Sabía que nunca nadie le pediría explicaciones, y si lo hacían siempre podría apelar a lo perjudicial para el humor que es el viento del Siroco, como hizo Gustav Aschenbach, como haría ella si fuera sometida a juicio, usarlo simplemente como causa atenuante.
Se acariciaba la frente. Cuando quería llorar se acariciaba la frente, las cejas, los pómulos, a veces los labios, pero sobre todo la frente, con la yema de sus dedos la recorrían en líneas verticales de arriba abajo, de abajo a arriba hasta que se le olvidaba porqué era que iba a llorar.
Aquella tarde no funcionó.
En días como aquel nada funcionaba.
Estaba hecho, no había más que pensar, sólo esperar, esperar que alguien llegara, o que nadie viniera nunca, era la única que había presenciado los hechos y no pensaba desvelar ni uno de los secretos allí confesados. Pensó en coserse la boca, pero no encontró hilo ni aguja y aunque los hubiera encontrado, tampoco tenía espejo, y de haberlo tenido, no habría servido de nada.
Y allí seguía, desnuda, sentada en el suelo, sin sentir frío ni calor y con aquello entre sus manos.
¿Cómo pudo un bolígrafo causar todo lo demás?




6/10/08

Tomamos un café?

Aquella tarde la paso entera en el álbum de cosas que guardaba en la estantería de arriba, entre la libreta de listas y un altavoz.
Todo empezó con un café, aún tenía el sobrecito de azúcar con el que endulzó tanto la bebida como la situación, le gustaba pensar que su vida cambió con una frase, con una no demasiado especial, con una bastante cotidiana, una frase cualquiera oída decenas de veces antes, pero nunca como entonces.
- Tienes prisa?
- No
- Tomamos un café?
“Tomamos un café” y diez minutos después ya sabia que aquello era diferente, no sabía porque, era demasiado poco tiempo, pero sabía que lo era, y eso le produjo una sensación de paz envolvente y contagiable que debió notarse hasta en su forma de caminar.
Capuchinos para los dos, con nata y pajita negra en vaso largo y blanco.
Café de las letras. De las letras de tu nombre. Y dos días después la historia se repetía.
- Tomamos un café?
Y aquello no hizo más que confirmar su sospecha. Y desde entonces hasta hoy “tomamos un café” no ha hecho más que confirmar una y otra vez sus sospechas, que su vida cambió con una frase, una no demasiado especial.

- Tomamos un café?


25/9/08

Y además es imposible

No voy a ir
Lo que tu me pides nadie se lo puede permitir

No voy a ir
Me voy a quedar en casa acordándome de ti

...


13/9/08

El gato negro en el descampado


Soy el payaso en el funeral, la afónica del coro, la de amarillo en el estreno, el gato negro en el descampado, el guisante bajo los colchones de la princesa del cuento, la que no se ríe después del chiste, la nota desafinada, el pelo en la sopa, la v en el verbo “haber”, el lamparón en la blusa blanca, el roto en las medias, la mancha de tinta en la carta de amor, el aplauso que se queda solo, la hoja suelta del libro, el árbol del jardín que no crece, la moneda que no entra en la máquina, el carmín en los dientes, la canción que se engancha en el toca-discos, el mechón de pelo en la cara.

30/7/08

No quiero hacerte daño


No quiero hacerte daño, pero no estoy enamorado de ti,
dijo mientras ella se preguntaba que importaba eso. Todavía pienso en mi ex, y ella permaneció impasible, como esperando que la conversación llegara a algún sitio. No quiero que te enfades, repetía una y otra vez, quería que lo supieras, para que no te sintieras utilizada. No entendía nada. ¿Utilizada porqué? ¿Acaso él se sentía así? ¿Acaso el sabía porque había decidido follárselo aquella y otras noches antes de esa? En fin, pensó, es una pena, folla de miedo. ¿Quiere decir esto que no nos veremos más? Preguntó al fin. El titubeaba, era evidente que le gustaba follar con ella y que se sentía culpable por eso, porque seguramente pensaba en su ex y no en ella y eso le hacía sentir rastrero, instinto vs moral. No lo se. Comodidad ante todo. ¿Qué hago? Se preguntó a si misma. ¿Cuál de todas las reacciones posibles evitara que decida marcharse por no hacerme daño? Ojala pudiera decirle la verdad: No me importa que pienses en tu ex, disfruto del sexo contigo, pienses en ella o en los pingüinos rosas del anuncio, sólo necesito la atención justa y necesaria cuando estamos en la cama. Pero sabía cual sería la reacción, como se cambiarían las tornas, como el se sentiría ofendido, como jugaría el papel de objeto sexual con sentimientos, y ella sería la mala. Entiendo que pienses en ella, dijo, habéis estado mucho tiempo juntos, es normal que no lo hayas superado. Su mirada se perdía en algún lugar indeterminado entre sus tobillos y sus rodillas. Le cogió la mano, como se la había cogido a ella muchas veces, y lo miro a los ojos para mentirle sin decir nada. Sabia que el entendería lo que quisiera y que ella no se sentiría mal por ello. La besó. Lo siento, dijo con un hilo de voz. Siento estar haciéndote esto. ¿El que?

17/6/08

Sólo solo

Deambuló por los pasillos de una casa que le era tan propia como extraña, pasaba los dedos por las paredes marcadas de gotelé, llenas de cicatrices y manchas de un pasado no siempre lejano, testigo, como suelen serlo las paredes, de secretos inconfesables, de sonrisas y de llantos, de tantas y tantas cosas que mientras caminaba podía notar los recuerdos abrazándole. La luz del atardecer del comedor le cegaba, pero tampoco le importó, desde que ella se marcho casi nada le importaba. Se sentó en aquel sofá que se le antojaba enorme y echó mano de su vieja guitarra, desconchada y repleta de restos de lo que en su día fueron pegatinas con gran valor sentimental, se abrazó a ella como si la abrazara a ella, paso los dedos por las curvas de la caja como su volviera a tocar el cuerpo desnudo del que una vez disfrutó y acaricio sus cuerdas como acariciaba su pelo, su pelo… Comenzó a tocar, eran notas sueltas, como las palabras que acabó llevándose el viento, no eran nada y lo eran todo, la incoherencia de cuando temes perder lo que mas amas, amar… El punto que anudaba sus labios se soltó y de ellos nació la más bella melodía, la más bella que nunca había tocado, la más bella como todas, todas eran las más bellas, todas salían de lo más profundo del dolor que nunca se creyó capaz de sentir. Se sorprendió a sí mismo perdido en el abismo de la soledad de los días que pasaban goteando y le dolió de nuevo la cicatriz de su corazón, lo que más odiaba era ponerse sentimental, era la melancolía, los pensamientos que le abordaban en cada esquina, con cada foto, cada olor. La sensación de no ser dueño de nada, de que todo se le escapaba, de que toda era mas grande que el. Se levantó odiando la guitarra y buscó por la casa su paquete de tabaco, abrió un cajón y maldita la hora en la que quiso fumar, una nota lo miraba, por encima de los demás trasto, una nota como otra cualquiera de esas que se dejan con un imán en la nevera, de esas que ella dejaba en la mesita de noche cuando le tocaba madrugar, una nota de esas que le hacía sonreír, siempre, una nota, puta nota que venía a recordarle que no estaba, que nunca volvería, puta nota que era casi todo lo que le quedaba. No tenía fuerzas ni siquiera para contener las lágrimas y lloró, desconsolado, muriendo un poco cada instante, muriendo él también. Ya no se preguntaba porqué, ya no le importaba ni eso, sólo se dejó crecer la barba, sólo dejó de comer, sólo dejó de sonreír, sólo evitaba los espejos, sólo llevaba meses durmiendo en el sofá, por no volver a las sábanas que olían a ella, sólo no era nada, no era nadie, no existía, sólo era recuerdos en una caja vacía, esperando consumirse en su propia pena, esperando el final, su final, otro final, uno más…


26/5/08

De agradecer

gratitud.

(Del lat. gratitūdo).

1. f. Sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera।


culpabilidad.

(De culpable).

2. f. Der. Reproche que se hace a quien le es imputable una actuación contraria a derecho, de manera deliberada o por negligencia, a efectos de la exigencia de responsabilidad.



No se si es por tu culpa o es gracias a ti...


12/5/08

Sólo pienso en volver

Estaban en la cocina, el corría de un lado a otro hablando sin parar mientras ella miraba, taciturna, aquella taza de café.
- Y mañana ya es Jueves. -concluyó
- Anoche me acosté con el.
- Ah! Tengo que ir a recoger el traje del tinte.
Treinta segundos de silencio como bloques de hormigón.
- Estuvimos follando hasta que el sudor se confundía con el semen y faltaba oxígeno en la habitación.
- Recoges tu al nene y lo llevas a karate?
- Voy a volver a verle.
- Yo puedo ir a hacer la compra. ¿Qué falta? ¿Has hecho una lista? Huevos, faltan huevos, no? Y qué mas? –golpeaba con los dedos el banco de la cocina.
- Fue increíble. Jamás me había follado así. O si lo hizo no lo recuerdo, quizás mi mente se esforzó en olvidar.
-Agua. Que no se me olvide comprar agua –y cerró de un golpe el armario- y la comida del perro, claro.
- Recuerdo el tacto de las sábanas negras, ahogué un gritó en la almohada, creí que algo iba a estallar dentro de mi.
- Oye, has recogido los pantalones que me estaban arreglando?
- Cuando terminó apenas podía respirar. Ni siquiera estaba segura de que aquello fuera real, cerré los ojos y el me acarició, aparté su mano y de repente fui consciente de todo.
- Si no has ido no pasa nada, si tengo tiempo me paso yo.
- Y esta noche, cuando te duermas, me marcharé otra vez. Dije que no volvería, mentí. Miento tan a menudo que la mentira se ha convertido en mi única verdad. Desde que aquello pasó solo pienso en el, en las ganas que siento de volver a verle, en sus manos alrededor de mi cintura, en sus labios recorriendo mi cuerpo, sólo puedo pensar en lo maravilloso que fue, solo pienso en volver.

4/5/08

Escalofrío

Aquella m a ñ a n a no dejo de pensar en el. En su cuerpo se repetía como un eco la misma s e n s a c i ó n una y otra vez, y un e s c a l o f r í o recorría su espalda, perdía la fuerza y volvía a a c a r i c ia r s e el pelo, como hacía s i e m p r e que sentía que no controlaba la situación.

Le pasaba ultimamente


Se hundió en aquella chaqueta vaquera olvidada que olía un poco a el, un poco a ella, un poco a tabaco, un poco a concierto y volvió a la canción que sonaba cuando se acercaron tanto que pudo diferenciar su aroma del resto de personas de aquella inmensa sala. Tarareando se dio cuenta de que se veía a sí misma balanceándose al compás de una canción recién aprendida y sonrió, le pasaba mucho últimamente, se balanceaba al compás de una canción que sonaba en su cabeza y sonreía.

Le pasaba mucho últimamente que sonreía

22/4/08

El principio del arcoiris

-Mira cómo llevo los píes!
-Eso te pasa por andar descalza.
Eran las ocho de la mañana
-¿Qué hacemos despiertos a estas horas?
-Tú no se, yo tengo cosas que hacer –dijo al tiempo que la besaba en la mejilla y volvía su mirada hacia el fuego en el que había dejado la cafetera.
-A veces se me olvida que fuera de esta casa el mundo sigue girando.
Se giró para mirarla y le sonrió.
-Guapa –dijo.

El día amaneció gris, desde la ventana de la cocina veía nubes que le recordaron los días en los que le dio por pensar que cuando llovía era sólo porque las nubes estaban tristes. Poco después le explicaron que la lluvia era un fenómeno atmosférico que consistía en la caída o precipitación de gotas de agua que provenían de la condensación del vapor de agua en la atmósfera. Fue esa la primera vez que pensó que le gustaba más el mundo que ella creó para sí misma que la realidad, y suspiró.

-¿En qué piensas? –preguntó él mientras se acercaba, casi arrastrando los pies, enfundado en aquel pijama que ella había decidido catalogar como de abuelo.
-En la lluvia
-Ahm –la besó- ¿Y qué le pasa?
-Nada –le besó- Sólo pensaba en ella.

Se miraron un instante.
-El café ya está. ¿Quieres tostadas?
Asintió.

Mientras él sacaba el pan de molde del armario y lo metía en la tostadora ella lo miraba, lo miraba y no pensaba en nada más que en aquella canción que tarareaba a veces. Comenzó a cantar al tiempo que las tostadas ardían entre aquellos barrotes simétricos, y cuando el la escuchó se giró para sonreírle y continuar alegrándole la mañana.

-Se me ha olvidado el azúcar –dijo cuando llegaron al comedor.
Mientras él iba y venía, ella se acerco al ventanal, había empezado a llover, y miró las nubes de tormenta, esta vez buscando formas en ellas, en algodones enormes que alguien modelaba y dejaba ahí como si nada, no eran masas visibles formadas por cristales de nieve o gotas de agua suspendidas en la atmósfera, eran la arcilla blanca con la que jugaba el viento.
Viento que la hacía volar, soplos de aire de un gigante en la línea del horizonte, gigante que al roncar provocaba lo que los meteorólogos, ignorantes, llamaban viento anabático. Viento que agitaba las ramas de los árboles de aquella inmensa avenida llena de personas con cosas que hacer.

Y escuchó entonces unos pasos cargados de azúcar a su espalda, y esperó, supo que se acercaba, había aprendido a diferenciar el sonido de sus pasos de los del resto de la casa, a reconocer su olor al entrar en la habitación. Notó unos brazos que la rodeaban y ladeó la cabeza para mirarlo, él la besó, rozó sus labios con la suavidad con la que los rozaba siempre a esas horas de la mañana. Si apartar la mirada se giró hacia el y lo besó de nuevo. Se abrazaron mientras la ciudad se despertaba un jueves más, se abrazaron y los cafés se enfriaban, se abrazaron y ella escondió su cara entre su cuello y su hombro, se abrazaron y se quedaron así, casi dormidos otra vez y la lluvia paró y el sol asomó tímido por detrás del edificio de enfrente.

-Esta saliendo el arco iris –susurró el en su oído
Separó de el su cara lo justo para poder volver a mirar por la ventana.
-Sabes lo que es el arco iris? –le pregunto
-Creo que algo así como un fenómeno óptico y meteorológico que produce la aparición de un continuo de luz en el cielo cuando los rayos de sol atraviesan pequeñas partículas de humedad.
-Que va –afirmó ella demasiado convencida- es un puente hacia un tesoro.
-Ah si?
-Claro –sonrió- si sabes caminar por el arco iris y cruzas hasta llegar al final, encuentras al tesoro mas maravilloso que podrías imaginar.
-Hablamos de oro, joyas y demás? O de un tesoro metafórico?
-No lo se, nunca he conseguido encontrar el principio del arco iris.
-Vaya. Yo saldría a buscarlo ahora, pero prefiero el café caliente.
-Yo también.

10/4/08

“Me encanta verte sonreír”

Se ponía nerviosa cuando sabía que el la miraba.

Nunca pensó que fuera guapa, no solía creer a nadie que se lo dijera, no tenían motivos para mentirle, que estupidez, pero aún así no podía creer algo que le resultaba evidentemente falso.

Tampoco le preocupaba en exceso, aprendió a vivir con sus complejos, disfrutando de los días en los que casi no se daba cuenta, era lo que solía pasar cuando uno se acostumbrada a una situación como aquella, que los días malos eran mera rutina y los buenos, el doble de buenos.

Mientras pensaba en eso, él seguía mirándola, ella no sabía donde esconderse, estaba demasiado cerca como para disimular, sonreía casi sin poder evitarlo, y no le sostenía la mirada, sentía como cada una de las imperfecciones de su rostro se acentuaban, como poco a poco iba siendo mas y más pequeña, hasta que de repente él se acercó a su oído y susurró “Me encanta verte sonreír”.

No pudo hacer más que continuar con la sonrisa dibujada en su rostro, no pudo mas que creerle, no pudo mas que acostumbrarse a pensar que era verdad, y vio su reflejo en los ventanales del autobús que acababa de pasar y volvió a sonreír, no dejaba de verse como siempre, su reflejo era el mismo que esa mañana cuando se lavaba la cara frente al espejo, pero su sonrisa había cambiado, también su sonrisa había cambiado.

9/4/08

Fue eso.

Y fue un instante,
un segundo,
un latido,
un pestañeo
y nada volvió a ser como antes.

Fue curioso,

un resorte,
un aleteo,
un escalofrío,
un impulso que lo cambio todo otra vez.

25/3/08

El camino de tu casa a la mía

Cuando se despertó él ya no estaba en la cama, de repente recordó que se había marchado antes del amanecer y se sintió perdida en aquel inmenso colchón que nunca se le había antojado tan grande. Volvió a acurrucarse entre las sábanas que olían a el y se abrazó al hueco que había dejado, sin pensar que en otro lugar, lejos de allí, él también pensaba en ella. La luz de una mañana con niebla entraba desde la ventana tiñéndolo todo de un color grisáceo que le recordó que tenía que volver a casa. Se desperezó y se incorporó, recorrió con su vista la habitación intentando conocer detalles de una vida que le era cada vez menos ajena.

Se vistió despacio, pensándose invisible el resto de días en que él hacía la misma rutina, se sintió, sin querer, cercana a él otra vez. Recogió la ropa prestada que le había servido de pijama, adecentó la habitación y se apoyó en la pared para observar el paisaje.

Salió descalza, con las botas en la mano para no hacer ruido, y recorrió el pasillo recogiendo las cosas que, sin pensar, había ido dejando por ahí, como pequeñas huellas, testigos de su presencia en aquella casa. Cuando llegó a la puerta se calzó de nuevo, echó un último vistazo y salió.

Caminaba hacia su casa mientras pensaba:

"Me encanta hacer el camino de tu casa a la mía a las 9 de la mañana. Me encanta notar el baile de mi falda al ritmo que marcan los tacones, y me encanta el frío que me hiela la cara. Y me gusta porque vengo recordando la noche anterior y sonrío sin querer. Y me encuentro con gente que va a trabajar, con gente que viene de fiesta, con mujeres que salen a la compra, y los miro, a veces, y ellos me miran, y yo sigo sonriendo, y pienso en ti, porque en mis labios aún esta tu sabor y en mi cuerpo se esconde tu olor, que me acompañan en el camino de tu casa a la mía a las 9 de la mañana."


Sonando...

20/3/08

Sopa de Letras


Busqué tu nombre y el mío en aquella sopa de letras el mismo lunes que decidiste marcharte. Fría mañana del mes de enero. Te busqué en aquel plato y no encontré más que otros nombres, otros lugares, otras palabras que no eran tuyas. Te busque a ti, pero tu no estabas. Estaban todos los demás pero tu no. Y me hundí entre las especias y el caldo de cocido que hace mi abuela los domingos y trae mi madre congelado en un taper. Me hundí entre letras que no formaban ni tu nombre ni el mío, me hundí porque no estabas, me hundí porque no volverías. Y me encontré con la señora zanahoria que me preguntó dónde iba y le dije que al olvido y me dijo que me equivocaba de dirección, que al olvido no se llegaba desde el recuerdo del amor, y entonces vino el señor trozo de ternera y me pregunto que me pasaba y le dije que estaba triste porque te habías ido y me dijo que no valía la pena llorarte, al menos no en la sopa de letras, porque nada de eso importaba en aquella sopa.

Mira a tu alrededor –dijo. Y miré.

Mira cuantos nombres nuevos puedes formar con todas estas letras -insistió. Y miré.

Miré y encontré letras que no formaban tu nombre ni el mío, encontré letras que hacían nombres nuevos, lugares nuevos, palabras nuevas. Y no éramos tu y yo. Y no éramos ni tu ni yo. Y ya nunca seríamos ni tu ni yo.