21/11/08

Vaya, llueve (II)

En el suelo color teja se veían rebotar las gotas de lluvia débilmente iluminadas por la luz ambiente y una pequeña lámpara que el portero tenía puesta en la pared de la entrada.

- ¿Tu quieres el paraguas?- le preguntó ella

- Yo si y tu también, que te vas a constipar y no hay quien duerma contigo cuando te constipas.

- Cuánto amor

- Puedo darte más- y la atrajo hacia si para meterla bajo el paraguas.

Las gotas salpicaban el trozo de pierna que le quedaba descubierto por el camisón. Ella se cogió a su brazo y el respiró profundo.

- ¿No te encanta la lluvia?

Nadie contesto, el se había acostumbrado a aquella pregunta como ella lo hizo al silencio que la seguía. Apoyó la cabeza en su hombro y el se cambió el paraguas de mano, con el brazo que le quedaba libre rodeó sus hombros y acarició su pelo.

- Lo que me encanta es subir aquí contigo.

Ella lo miraba, el paraguas hacia sombra en su cara y apenas sí distinguía unos labios moverse el ritmo de unas palabras que siempre hacían temblar su mundo, quizás fuera por el frío, quizás no, sea como fuera ella se acercó para besarlo. El no movió los labios, sólo se dejó besar, perdiéndose en la humedad de su boca, en la calidez de sus besos en invierno, se miraron y el la besó, ella no movió los labios, sólo se dejó besar, perdiéndose en la dulzura de su boca, en la intensidad de sus besos.

(…)

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