Llevaba un rato vestida y maquillada, esperando que el teléfono sonara para salir corriendo, tenía que verle aquella tarde, mas que tratarse de algún capricho, sentía la necesidad de verle, y no lo aguantaba, odiaba esa sensación que la esclavizaba a veces, como odiaba tantas y tantas de las cosas que hacía últimamente.
Pero el tiempo pasaba mientras ella miraba fijamente el móvil que sin darse cuenta se había convertido en su fiel compañero. El teléfono al que le confesó todos sus secretos, el testigo de su tristeza, el que escucho sin protestar todo lo que ella quiso contar, el que la acompaño tantas noches en vela y se dio cuenta de pronto de que algo tenía que ir muy mal en su vida como para dedicarle esos sentimientos a un trasto que solía sonar en los momentos mas inoportunos.
A esas horas ya sabía que no iba a llamar, era tarde para ella, tarde para cenar, tarde para quedar, tarde para pedir perdón, tarde para confesarle porque no dormía por las noches, tarde para darle la carta que había estado escribiendo aquella mañana, era tarde.
Deambulo descalza por un salón a oscuras al compás de una canción que la devolvía a un pasado no tan lejano como extraño en el que decidió pasar una noche más. Una última noche.
2 comentarios:
"Una última noche."
Las noches sin luna parecen ser también momentos que invitan a la creatividad.
Y hoy parece que el sol no vaya a brillar ya nunca más.
Yo no se si el sol brillará mañana, pasado, o la semana que viene, pero tampoco me importa, y es que en los días grises también hay sol, sólo que es mas difícil verlo, pero nadie dijo que fuera a ser fácil.
¿Quién iba a imaginar que yo diría una frase de esas?
Será que algo esta cambiando.
Las últimas noches son tan difíciles, que a veces es mejor no saber que es la última hasta que haya pasado.
Y a veces, de casualidad, se juntan el hambre y las ganas de comer, y yo nunca he sabido si eso es bueno o malo.
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