Busqué tu nombre y el mío en aquella sopa de letras el mismo lunes que decidiste marcharte. Fría mañana del mes de enero. Te busqué en aquel plato y no encontré más que otros nombres, otros lugares, otras palabras que no eran tuyas. Te busque a ti, pero tu no estabas. Estaban todos los demás pero tu no. Y me hundí entre las especias y el caldo de cocido que hace mi abuela los domingos y trae mi madre congelado en un taper. Me hundí entre letras que no formaban ni tu nombre ni el mío, me hundí porque no estabas, me hundí porque no volverías. Y me encontré con la señora zanahoria que me preguntó dónde iba y le dije que al olvido y me dijo que me equivocaba de dirección, que al olvido no se llegaba desde el recuerdo del amor, y entonces vino el señor trozo de ternera y me pregunto que me pasaba y le dije que estaba triste porque te habías ido y me dijo que no valía la pena llorarte, al menos no en la sopa de letras, porque nada de eso importaba en aquella sopa.
Mira a tu alrededor –dijo. Y miré.
Mira cuantos nombres nuevos puedes formar con todas estas letras -insistió. Y miré.
Miré y encontré letras que no formaban tu nombre ni el mío, encontré letras que hacían nombres nuevos, lugares nuevos, palabras nuevas. Y no éramos tu y yo. Y no éramos ni tu ni yo. Y ya nunca seríamos ni tu ni yo.
2 comentarios:
Que fábula, que manejo de la alegoría! El primer paso es aceptarlo supongo. Besos!
Me sonrojo al tiempo que me siento halagada.
Será verdad eso que dicen de que las mujeres podemos hacer varias cosas a la vez...
=)
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