28/10/08

Noches Árticas




De esas canciones que erizan el vello,
de esas que podrías escuchar una y otra vez sin dejar de emocionarte,
de esas canciones que un día alguien te comenta
casi de casualidad
y acaba convirtiéndose en una de tus favoritas.

Sueños de Noches Árticas


25/10/08

Quería anular una reserva


- Pappardella, dígame.

- Hola, quería anular una reserva.

- Dime tu nombre.

- Silvia.

- Cuantos sois?

- Éramos, éramos dos.

- Y dime, qué ha pasado?

- Pues… -titubeó, no terminaba de comprender el proceder de aquel restaurante, pero tampoco le apetecía quejarse, así que se lo explico a la amable recepcionista que al otro lado del auricular se interesaba por su vida privada.


(…)


18/10/08






Y después, ya si eso, sentarme en el respaldo del sofá con la espalda apoyada en la pared, y ver llover desde la ventana del comedor.






17/10/08

Olores


El café con leche que olía a menta y canela le devolvía a las mañanas frente aquella ventana viendo el mundo funcionar. Tostadas con philadelphía y mermelada de melocotón, bostezos y miradas perdidas en el blanco roto de una mesa de comedor. Porqué los olores tenían esa capacidad de hacerla viajar por el tiempo y el espacio? Su pintalabios olía a invierno, la casa de su abuela a cocido, aquella colonia a tardes en el banco de la esquina, esa camiseta a tranquilidad y el café con leche a las mañanas que se despertaba con el.


6/10/08

Tomamos un café?

Aquella tarde la paso entera en el álbum de cosas que guardaba en la estantería de arriba, entre la libreta de listas y un altavoz.
Todo empezó con un café, aún tenía el sobrecito de azúcar con el que endulzó tanto la bebida como la situación, le gustaba pensar que su vida cambió con una frase, con una no demasiado especial, con una bastante cotidiana, una frase cualquiera oída decenas de veces antes, pero nunca como entonces.
- Tienes prisa?
- No
- Tomamos un café?
“Tomamos un café” y diez minutos después ya sabia que aquello era diferente, no sabía porque, era demasiado poco tiempo, pero sabía que lo era, y eso le produjo una sensación de paz envolvente y contagiable que debió notarse hasta en su forma de caminar.
Capuchinos para los dos, con nata y pajita negra en vaso largo y blanco.
Café de las letras. De las letras de tu nombre. Y dos días después la historia se repetía.
- Tomamos un café?
Y aquello no hizo más que confirmar su sospecha. Y desde entonces hasta hoy “tomamos un café” no ha hecho más que confirmar una y otra vez sus sospechas, que su vida cambió con una frase, una no demasiado especial.

- Tomamos un café?


5/10/08

No le gustaba


No le gustaba esa sensación que le vaciaba el estómago, ni el nudo en su garganta.
No le gustaba su reflejo recién despertada, ni el sueño acumulado de los domingos que se sucedían.
No le gustaban los días, ni las noches.
Simplemente no le gustaban.