29/3/08

En la estación III

Volvió a sus diapositivas, a sus fotos y a su trabajo, procurando no pensar demasiado en lo que tendría que afrontar en apenas unos kilómetros, puso música, sólo para ella, y dejó volar, libre, su imaginación.

Viajó por entre las carpetas que almacenaba en su portátil desde hacía años y se topó, no sabía realmente si de casualidad, con un archivo que estaba donde no tocaba, una foto que hizo cuando aún no sabía que lo que realmente la fascinaba era la posibilidad de capturar un momento, un segundo, en una imagen que, de algún modo, se haría eterna. Y se vio a sí misma en un autorretrato de una Paz completamente diferente a la que viajaba en aquel tren.

Miraba a través de la ventana como el paisaje se paseaba ante sus ojos, inmune a sus sentimientos, completamente ajeno a la tristeza que se apoderaba por momentos de todo su ser. Todo lo que la ataba a aquel lugar comenzaba a transformarse en los pájaros de barro que cantaba Manolo García, pájaros de barro que querían volar, pero Paz no los dejaba, temía poder perder lo único que creía bueno en su vida, sus recuerdos, los maravillosos recuerdos que la acompañaban, sus fantasmas, sus mejores amigos.

Y le pesaban como quien arrastra una pesada roca que alguien encadeno a su tobillo.

Cada día lo añoraba, cada día pensaba en el y sentía el enorme vacío que solo nos dejan las cosas que realmente nos importan. Hacia ya mucho tiempo que se había acostumbrado a vivir así, a arrastrar esa pesada carga que ya había hecho llagas en su piel, a ese viví sin vivir y morir sin poder morir, poco le importaba, poco le quedaba ya por perder, solo el miedo a la soledad que le acompañaría durante el viaje.

De repente y sin avisar llegó a su memoria la noche en que se conocieron.

28/3/08

25/3/08

El camino de tu casa a la mía

Cuando se despertó él ya no estaba en la cama, de repente recordó que se había marchado antes del amanecer y se sintió perdida en aquel inmenso colchón que nunca se le había antojado tan grande. Volvió a acurrucarse entre las sábanas que olían a el y se abrazó al hueco que había dejado, sin pensar que en otro lugar, lejos de allí, él también pensaba en ella. La luz de una mañana con niebla entraba desde la ventana tiñéndolo todo de un color grisáceo que le recordó que tenía que volver a casa. Se desperezó y se incorporó, recorrió con su vista la habitación intentando conocer detalles de una vida que le era cada vez menos ajena.

Se vistió despacio, pensándose invisible el resto de días en que él hacía la misma rutina, se sintió, sin querer, cercana a él otra vez. Recogió la ropa prestada que le había servido de pijama, adecentó la habitación y se apoyó en la pared para observar el paisaje.

Salió descalza, con las botas en la mano para no hacer ruido, y recorrió el pasillo recogiendo las cosas que, sin pensar, había ido dejando por ahí, como pequeñas huellas, testigos de su presencia en aquella casa. Cuando llegó a la puerta se calzó de nuevo, echó un último vistazo y salió.

Caminaba hacia su casa mientras pensaba:

"Me encanta hacer el camino de tu casa a la mía a las 9 de la mañana. Me encanta notar el baile de mi falda al ritmo que marcan los tacones, y me encanta el frío que me hiela la cara. Y me gusta porque vengo recordando la noche anterior y sonrío sin querer. Y me encuentro con gente que va a trabajar, con gente que viene de fiesta, con mujeres que salen a la compra, y los miro, a veces, y ellos me miran, y yo sigo sonriendo, y pienso en ti, porque en mis labios aún esta tu sabor y en mi cuerpo se esconde tu olor, que me acompañan en el camino de tu casa a la mía a las 9 de la mañana."


Sonando...

21/3/08

En la estación II

-¿Perdone señorita, podría decirme la hora? –una voz grave y gastada de usarla la sacó de sus pensamientos

-Las cinco y cuarto –titubeó.

-Gracias -dijo, mientras sacaba de su bolsillo un reloj y le daba cuerda.

Paz solía imaginar como seria la vida de los completos desconocidos con los que se encontraba a diario por la calle, en el supermercado, en el metro, en los ascensores, o, como en aquel caso, en un tren, en el que podría ser el último tren.

Probablemente aquel hombre habría sido un joven apuesto en los años 60. Era poeta, sin duda, y llevaba en el bolsillo de su camisa un cuaderno con tapas de cuero que le había acompañado durante años y años. Se casó, por amor, con una mujer bellísima de melena rubia que le conquistó por su risa y su forma de andar. Tuvieron una hija, que heredó de ella la hermosura y de él el amor por la palabra escrita. Era viudo, y seguía amando a la mujer que sabía que lo esperaba en algún lugar. Iba a Barcelona, seguramente, a conocer a su nieto que, además, se llamaba como el, Nicolás. Su mirada era pura ternura y esperanza, enmarcada con la piel curtida por el sol y las arrugas propias de su gesto, signo de años pasados.

-¿Se bajará usted en Barcelona?

-Si –contestó Paz- volviendo al mundo del que siempre quería huir.

-No hay nadie despidiéndola -dijo estirando el cuello y ladeando la cabeza, para evitar equivocarse.

-No –aseguró ella mirando en la misma dirección que aquel perfecto desconocido- es mejor así.

-¿Usted cree? -preguntó mientras volvía a fijar su mirada en aquel reloj- Los años me han enseñado que siempre es mejor tener a alguien cerca en los momentos difíciles, en las despedidas, aunque tratemos de convencernos a nosotros mismos de que no es así, al final nos damos cuenta de que nos engañamos.

Paz volvió su vista al andén, vacío.

-¿A usted no han venido a despedirlo?

-No hay nadie aquí de quien me tenga que despedir, sólo espero que haya alguien que me reciba allá donde voy.

Sin embargo, pensó ella mientras acariciaba su colgante, a mi no me esperan en ningún sitio.

20/3/08

Sopa de Letras


Busqué tu nombre y el mío en aquella sopa de letras el mismo lunes que decidiste marcharte. Fría mañana del mes de enero. Te busqué en aquel plato y no encontré más que otros nombres, otros lugares, otras palabras que no eran tuyas. Te busque a ti, pero tu no estabas. Estaban todos los demás pero tu no. Y me hundí entre las especias y el caldo de cocido que hace mi abuela los domingos y trae mi madre congelado en un taper. Me hundí entre letras que no formaban ni tu nombre ni el mío, me hundí porque no estabas, me hundí porque no volverías. Y me encontré con la señora zanahoria que me preguntó dónde iba y le dije que al olvido y me dijo que me equivocaba de dirección, que al olvido no se llegaba desde el recuerdo del amor, y entonces vino el señor trozo de ternera y me pregunto que me pasaba y le dije que estaba triste porque te habías ido y me dijo que no valía la pena llorarte, al menos no en la sopa de letras, porque nada de eso importaba en aquella sopa.

Mira a tu alrededor –dijo. Y miré.

Mira cuantos nombres nuevos puedes formar con todas estas letras -insistió. Y miré.

Miré y encontré letras que no formaban tu nombre ni el mío, encontré letras que hacían nombres nuevos, lugares nuevos, palabras nuevas. Y no éramos tu y yo. Y no éramos ni tu ni yo. Y ya nunca seríamos ni tu ni yo.

18/3/08

16/3/08

En la estación I

El primer tren con destino a Barcelona salía con retraso, así que Paz decidió sacar su portátil para continuar su trabajo con las diapositivas de la última exposición que tenía próxima su fecha de entrega. Aquella serie de retratos le había llevado meses, pero estaba bastante satisfecha con su trabajo, en las miradas perdidas de toda aquella gente se encontraba a sí misma, siempre absorta en sus pensamientos, en sus recuerdos, en sus ideas, en ese instante decisivo del que hablaba Cartier-Bresson.

Miró por la ventana de aquel vagón que habría recorrido kilómetros equivalentes a varias vueltas al mundo, vueltas al mundo que ella nunca dio, pero con las que soñaba constantemente. Imaginaba lugares que podrían no existir, gentes, situaciones, fotografías, tantas y tantas fotografías aún por hacer, que se sentía abrumada y empequeñecida ante la magnitud de un mundo que se le antojaba tan lejano.

Nadie la despedía en la estación, era mejor así, decir adiós nunca es fácil y menos en una situación como aquella. Ese fue, entre otros, uno de los motivos por los que prefirió el tren de madrugada, podía salir de casa con sumo cuidado sin despertar a nadie, a fin de cuentas, todos sabían que tenía que marcharse, aunque no sabían cuando. Aquello no sería realmente una sorpresa, el carácter impulsivo de Paz era una de esas cosas que se hacen inherentes a la persona y que por más que intente cambiarse no se puede.

Dejó una nota sobre el banco de la cocina en la que simplemente escribió “Os quiero. Llamaré por la mañana. Besos” y se marchó no sin antes respirar profunda y tranquilamente el aroma de su hogar.

8/3/08

El tocaba la guitarra

Y mientras el tocaba la guitarra ella se sentó a los pies de la cama, se descalzó y cruzó las piernas poco antes de que el empezara a cantar: “Confía en mi, nunca has soñado poder gritar, y te enfureces, es horrible el miedo incontenible…” Lo miró como no lo había hecho antes, vio como los músculos de su brazo se tensaban al compás de aquel acorde, como fruncía el ceño para entonar, vio como bailaban sus dedos, como movía los labios y pensó que si no paraba pronto estaría perdida.

3/3/08

Un fantasma en mi casa


Creo que hay un fantasma en mi casa.

De repente he escuchado un pitido, la luz de pie que tengo en mi cuarto a empezado a parpadear y en los altavoces de la mini cadena sonaban como interferencias, he seguido el sonido y me ha llevado a la cocina, la cafetera se había encendido y la vitrocerámica también, el pitido a cesado unos segundos y luego ha vuelto, no he conseguido encontrar el origen y he apagado la llave de luz central de la casa, por si acaso. Eso a sido a las 11.30, me he quedado sin luz, ¿y qué hago yo sin luz? El ordenador sin batería, la mini cadena no iba, la tele menos, no podía hacerme un café… total, que me he puesto a leer, a Nietzsche ni más ni menos. En medio de mi enfado con Hidroeléctrica he empezado “El Anticristo”, ¿condicionará eso mi lectura?

He llamado a mi madre para decirle que teníamos un fantasma en casa, a lo mejor era el de Nietzsche,y que nada, que no se preocupara que iba a intentar hacerme amiga सुया. Después de leer durante unas horas he recordado que yo me quería duchar, y repasando todas y cada una de las cosas que en mi casa funcionan con electricidad, entre ellas no estaba el calentador (bien!) pero el secador del pelo si (oh, no!), la solución ha sido fácil, me he duchado, con unas velas en el baño, y no me he lavado el pelo, habéis visto como en los momentos de crisis saco lo mejor de mi inteligencia?

A las 2 me llama mi madre, que baje a ayudarla a subir el carro de la compra que no hay luz en toda la finca (uuuueeee) A jugar a las tinieblas con los vecinos! Y a la que salgo de casa escucho un murmullo que venía de abajo, a cada escalón era más fuerte y un poco más inteligible, hasta que he llegado al tercero, donde el eco de la escalera hacia de las voces algo un poco terrorífico. He encontrado a media escalera, alteradísima, en el rellano del segundo piso.

La gente gritando, o quizás no, pero el eco hacía que pareciera así, reclamando un electricista de inmediato, mentando a Iberdrola y al motor de luz, una escena típica de la cultura popular española, y por lo que he podido oír, lo que me ha contado mi madre y mi vecina, el generador de luz central de la finca había dicho: Hasta hemos llegado! Después de treinta años de fiel servicio a la comunidad. Como consecuencia del suicidio en algunas casas había habido una subida de tensión y en otras al contrario, una vecina grita: En mi casa sólo había encendida una bombilla y aquello parecía la Feria de Abril! (Olé!) Y el otro: Yo he sospechado algo cuando he abierto la nevera y la luz no iba. (Elemental querido Watson). A la vecina de al lado le ha explotado el microondas, (¿Cómo explota el microondas?) y otra vecina, cuya identidad desconozco, ha llegado a casa y se ha visto los electrodomésticos envueltos en humo. Súper emocionante.

¿Os preguntáis que ha pasado en mi casa? Pues nada.
¿Por qué? Porque el fantasma ha venido a avisarme y yo he quitado la luz!

Y hace un rato ha subido un amable vecino a informarnos de la buena nueva: Volvemos al siglo XXI! Tenemos Luz!

¿Qué os parece mi historia de lunes por la mañana? Ni punto de comparación con ir a clase de lógica!

Morajela: Si un fantasma llega a tu casa y te dice que quites la luz, hazle caso, tu familia te lo agradecerá cuando no tenga que lamentarse por la pérdida de algún electrodoméstico, o lo que es peor, de la tele nueva.