27/5/08

Enramas

Antiguo cauce del río Turia. Marzo 2008

26/5/08

De agradecer

gratitud.

(Del lat. gratitūdo).

1. f. Sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera।


culpabilidad.

(De culpable).

2. f. Der. Reproche que se hace a quien le es imputable una actuación contraria a derecho, de manera deliberada o por negligencia, a efectos de la exigencia de responsabilidad.



No se si es por tu culpa o es gracias a ti...


25/5/08

Monstruo Volador de Espagueti

Me ha dicho Descartes que Dios existe porque él tiene la idea de perfección siendo un ser imperfecto, y que de algún sitio la ha tenido que sacar. Y por un razonamiento que no llego a ver del todo claro, afirma, demasiado convencido para mi gusto, que si tiene esa idea de perfección siendo un ser imperfecto debe de ser porque un ser perfecto se la ha dado. Bueno, Descartes y yo nunca nos hemos llevado muy allá, cosas que pasan, pero el argumento me ha convencido y ahora me reafirmo en mi fe: Si tengo la idea de un Monstruo Volador de Espagueti, es evidente que la tengo porque el me la ha dado, luego existe (a pesar de su invisibilidad e indetectabilidad), porque si no yo no podría tener la idea de Monstruo Volador de Espagueti, no?

24/5/08

promesa.

(Del lat. promissa, pl. de promissus).

1. f. Expresión de la voluntad de dar a alguien o hacer por él algo.

2. f. Persona o cosa que promete por sus especiales cualidades.

3. f. Augurio, indicio o señal que hace esperar algún bien.

5. f. Cantidad que se estampaba en los pagarés de la lotería primitiva, como premio correspondiente a la suma que se había jugado.

6. f. Der. Ofrecimiento solemne, sin fórmula religiosa, pero equivalente al juramento, de cumplir bien los deberes de un cargo o función que va a ejercerse.

7. f. Der. Contrato preparatorio de otro más solemne o detallado al cual precede, especialmente al de compraventa.

22/5/08

No se

“No se si quiero llorar o reírme a carcajadas, no se si prefiero estar sola o acompañada, no se si me apetece gritar o dormir la siesta, no se si estaré mejor aquí o en la calle, no se si lo quiero o lo detesto. No se nada y se muchas cosas. Nunca hasta ahora la contradicción había estado tan presente en mi vida. No se si soy yo o alguien completamente diferente. No se cual de todos mis yos es mi yo verdadero, si mi yo melancólico, mi yo esperanzado, mi yo estúpido, mi yo motivado, mi yo positivo, mi yo trabajador, mi yo desorientado, mi yo misterioso, mi yo creativo, mi yo enamoradizo, mi yo pasota, mi yo independiente… ni siquiera se si soy alguno de ellos, si realmente quiero averiguarlo o si prefiero seguir con la duda. Al final el Caballero de la Armadura Oxidada ha hecho mella en mí. Necesitaré una ardilla y una paloma para atravesar los tres castillos del Camino de la Verdad y luchar contra el dragón del Miedo y la Duda.”


Escribí eso en Enero de este año, cuando mis esquemas se desmontaban a la velocidad de la luz y en la ciudad de los callejones construían plazas y parques. Lo hago público hoy por un motivo muy sencillo: me apetece.


19/5/08

Semana de acampada

El Lunes, a eso de las diez, unos pocos alumnos de Filosofía estábamos en la puerta de la Facultad, con apenas un par de tiendas de campaña y algún saco de dormir. Los había, eso sí, cargados de esperanzas, con una fe ciega (cosas de la fe) en la revolución que iba a empezar en pleno jardín de Blasco Ibáñez, con ilusión, con ganas, con palabras de ánimo, en fin, con todas esas cosas necesarias e imprescindibles para la ocasión. Yo los miraba, un poco alejada, y pensaba “No me convence” “No quiero estar aquí” me lo repetía una y otra vez. “No va a servir para nada” Concluí en mi escepticismo. “En fin” me dije a mi misma, “a ver como se desarrollan los acontecimientos”.

Se hicieron las once y decidimos cruzar, llegamos al que sería nuestro hogar, querido hogar por tiempo indefinido, una tienda de campaña amarilla y de propaganda de una marca de alcohol se abrió, casi por arte de magia, todo había empezado, incluida la primer discusión.

La gente iba llegando, las ganas iban aumentando, la fe no era tan ciega, las cosas pintaban de otro color. Piquetas en el suelo, Quechuas por los aires. ¿Alguien sabe montar esto? Apenas unas horas después aquello era nuestro campamento, de los estudiantes de filosofía, de los solidarios con la causa, de cualquiera que quisiera y de nadie más. Allí estábamos, incrédulos algunos, observando cómo había cambiado nuestra visión del mundo en apenas un día.

La noche la pase en casa, no quería adelantar el momento, no quería precipitarme, no quería que mi primera experiencia como indigente fuera forzada, la primera noche dormí en mi cama.

Al día siguiente el campamento seguía allí, funcionaba sin importar lo que yo pensara, probablemente por falta de implicación, la gente iba de un lado a otro, firmas, pancartas, canciones. Había pasado el segundo día y ya nos habíamos hecho oír, medios de comunicación haciéndose eco de la noticia: Medio centenar de estudiantes acampados en Blasco Ibáñez en protesta por el borrador elaborado por la Consellería de Educación… “Esto funciona” decían unos. “La cosa va mejor de lo esperado” Contestaban otros. Yo me sentía pez fuera del agua. Algo no me convencía en todo aquello y a falta de saber qué allí seguía más que nada porque había algo por lo que luchar.

Anocheció, las guitarras acompañaban a los grillos y los caracoles atacaban a jóvenes campistas. Cuando el sueño fue mas grande que las ganas de seguir hablando me recluí en mi habitáculo con colchoneta y sin almohada, imposible dormir, la calle no esta para descansar.

A la mañana siguiente caí en la cuenta de que la revolución no era para aburguesados. ¿Cómo has dormido? Preguntó una voz anónima. Horriblemente mal, contestó mi subconsciente. Pues yo no he dormido mejor. Ya lo se ya, te oí maldecir anoche.

Las anginas hacían acto de presencia, a veces me olvido de que las tengo, esa semana las tuve muy presentes. Era miércoles y a las nueve tenía clase. ¿Cómo ir a clase con semejante somnolencia? Pues como siempre que la clase es a las nueve, con ganas.

Eché de menos mi ducha hasta que por fin me encontré con ella. Miércoles de quedada anulado. Cosas que pasan, sacrificios permisibles para algunos.

Esta noche no me quedo, anuncié, os cedo mi colchoneta. A la mañana siguiente ya era Jueves. El comedor vegano fue un triunfo, independientemente de aquellos que decidiera convertirse. Las clases al aire libre no me termina de convencer, por lo incomodo de aposentarnos todos en las escaletas, dos horas en la misma postura no debe ser sano. Alusiones aparte, la clase reveladora me subió el ánimo que volaba a ras del suelo desde el principio de semana. ¿Dónde dormí aquella noche?

Al despertar era viernes, viernes de desalojo, viernes de discusiones, viernes de hipocresía. Performance de lo celos de colores que cerraban bocas con cruces, en fin. Sentados en el jardín de Epicuro, lugar conocido como campamento Diógenes, hicimos como que no cuando la policía nos dijo que desalojáramos. La idea de las porras en el aire y las tiendas destrozadas por la violencia desatada del cuerpo policial no me convencía mas que lo otro, pero si me parecía mas real. Victima de la democracia y en acto solidario yo también me senté en el suelo, podría no haberlo hecho, habría dado igual.

Una serpiente de filósofos descontentos cruzo Blasco Ibáñez con el semáforo en rojo y fue recibido con aplausos que se contestaron con aplausos. Cruzamos el campamento y les dejamos Blasco Ibáñez a los clientes habituales.

Asamblea de las tres de la tarde con los nervios de punta, con el cansancio acumulado, los músculos agarrotados y las ganas de que terminara acechando.

La conferencia de las cuatro y media me devolvió a la realidad, era viernes por la tarde, el campamento terminaba, al menos por esa semana, no quedaba nada, me sentí bien, estaba tranquila, me encantó la conferencia en la que me presentaron una versión de la historia que no conocía. A las siete en el autobús sólo me apetecía sonreír.

Y sonriendo estuve hasta la tarde de ayer, ahora sólo me molestan las anginas.

12/5/08

Sólo pienso en volver

Estaban en la cocina, el corría de un lado a otro hablando sin parar mientras ella miraba, taciturna, aquella taza de café.
- Y mañana ya es Jueves. -concluyó
- Anoche me acosté con el.
- Ah! Tengo que ir a recoger el traje del tinte.
Treinta segundos de silencio como bloques de hormigón.
- Estuvimos follando hasta que el sudor se confundía con el semen y faltaba oxígeno en la habitación.
- Recoges tu al nene y lo llevas a karate?
- Voy a volver a verle.
- Yo puedo ir a hacer la compra. ¿Qué falta? ¿Has hecho una lista? Huevos, faltan huevos, no? Y qué mas? –golpeaba con los dedos el banco de la cocina.
- Fue increíble. Jamás me había follado así. O si lo hizo no lo recuerdo, quizás mi mente se esforzó en olvidar.
-Agua. Que no se me olvide comprar agua –y cerró de un golpe el armario- y la comida del perro, claro.
- Recuerdo el tacto de las sábanas negras, ahogué un gritó en la almohada, creí que algo iba a estallar dentro de mi.
- Oye, has recogido los pantalones que me estaban arreglando?
- Cuando terminó apenas podía respirar. Ni siquiera estaba segura de que aquello fuera real, cerré los ojos y el me acarició, aparté su mano y de repente fui consciente de todo.
- Si no has ido no pasa nada, si tengo tiempo me paso yo.
- Y esta noche, cuando te duermas, me marcharé otra vez. Dije que no volvería, mentí. Miento tan a menudo que la mentira se ha convertido en mi única verdad. Desde que aquello pasó solo pienso en el, en las ganas que siento de volver a verle, en sus manos alrededor de mi cintura, en sus labios recorriendo mi cuerpo, sólo puedo pensar en lo maravilloso que fue, solo pienso en volver.

esquirol.


(Del cat. esquirol, y este de L'Esquirol, localidad barcelonesa de donde procedían los obreros que, a fines del siglo XIX, ocuparon el puesto de trabajo de los de Manlleu durante una huelga).


1. adj. Dicho de una persona: Que se presta a ocupar el puesto de un huelguista. U. t. c. s.


2. adj. despect. Dicho de un trabajador: Que no se adhiere a una huelga. U. t. c. s.

11/5/08

C o s a s

B e s o s L o s P l a n e t a s C a f é c o n c a n e l a y m e n t a E l e d r e d ó n R i s a s S o n r i s a s T u p i e l a l d e s p e r t a r L a v e n t a n a d e t u c u a r t o L a l u z d e l a m a n e c e r P a l a b r a s s u s u r r a d a s U n a h a b i t a c i ó n r o j a L á g r i m a s S e c r e t o s T u p e l o m o j a d o a l s a l i r d e l a d u c h a C a r i c i a s e n m i e s p a l d a E l r o c e d i s c r e t o d e n u e s t r o s c u e r p o s m i e n t r a s n o s p r e p a r a m o s p a r a s a l i r a l m u n d o u n d í a m a s . . .

9/5/08

admirar.

(Del lat. admirāri).


1. tr. Causar sorpresa la vista o consideración de algo extraordinario o inesperado.


2. tr. Ver, contemplar o considerar con estima o agrado especiales a alguien o algo que llaman la atención por cualidades juzgadas como extraordinarias. U. t. c. prnl.


3. tr. Tener en singular estimación a alguien o algo, juzgándolos sobresalientes y extraordinarios


8/5/08

Bailo

Mientras se hacen las tostadas, bailo...

6/5/08

Amor de marmol

-Por la noche puedes atravesar la ciudad en coche en menos de media hora –dijo
-Pensé que no vendrías
-Sin embargo aquí me tienes
Comenzó a desnudarse.
-Se que es tarde para quedar
-Si, llegas 5 años tarde
Siguió desnudándose.
-No tienes porque hacerlo
-He venido a esto, he dejado durmiendo a mis hijos, a mi marido, a mi perro, me he venido sin dejar una nota, y he venido sólo a esto.
-Pero, no se, cuéntame, ¿cómo es tu vida?
-Mi vida es perfecta
Desabrochó su sujetador y lo dejó caer. Se acercó a el y comenzó a desabrochar los botones de su camisa.
-Mi vida es perfecta desde que te fuiste –repitió
-Y qué tal tu marido?
-Eso no importa
-Y tus hijos?
-Mis hijos son lo mejor que he hecho en la vida
-Siempre dijiste que nunca serías madre
-Siempre dije que nunca te olvidaría
Silencio. Unos pantalones cayeron al suelo y la hebilla del cinturón hizo un ruido agudo y metálico.
-Sigues preciosa
-Hoy no son necesarios los cumplidos
-Nunca te pedí perdón –recordó
-Eso facilitó mucho las cosas
Le quitó la ropa interior. Bajó sus bragas poco a poco hasta que acabaron cayendo solas por sus piernas. Estaban desnudos uno frente al otro.
-Por qué no me tocas?
El esquivó su mirada inquisitorial, acusadora, vencida, perdida, sin ganas, llena de pasión, llena de tristeza.
-Ha cambiado tu mirada
-He cambiado yo –sentenció
Recorrió su cuerpo con la mirada y se detuvo en una cicatriz
-Cesárea.
-¿Qué pasó?
-Nada que quiera contar
-Quiero saber de ti –suplicó
-Ya no tienes que saber nada. Soy una mujer felizmente casada, trabajo de profesora en un instituto, tengo tres hijos, dos chicos y una chica, vivo en las afueras y por las últimas navidades me regalaron un perro.
-Y qué fue de la mujer que conocí?
-La mujer que conociste desapareció el mismo día que tu
-Nunca quise que lo nuestro acabara así
-Lo se, pero eso no importa, eso no importa lo mas mínimo, porque es así como a acabado, es así exactamente como a acabado
Sus ojos se humedecieron
-No llores
-No lloro. Bésame
La besó. Cogió su cara entre sus manos y la beso. En sus labios notó la humedad de sus lágrimas. Temblaba. La abrazó con fuerza. La besó con fuerza. La besó con ternura. La beso con alivio, con tristeza, con las ganas acumuladas de los instantes que no pasaron juntos, la besó a ella años mas tarde, cuando no siquiera se reconocía al mirarse en el espejo. La besaba mientras pensaba en la mierda de vida que llevaba.
-Pensé en ti todos los días
-Yo no te recordé ninguno
Siguieron besándose. Caminaron atropelladamente por el pasillo. Abrazados. Acariciándose. Reconquistando un cuerpo que ya no les pertenecía.
-Quise llamarte pero…
-No me lo expliques, no quiero saberlo
La empujó sobre la cama desde donde ella miraba entre suplicante y vengativa
-Vas a follarme ya o aún quieres seguir hablando?
-Se tumbó sobre ella, la miró y la penetró con firmeza
Gimió.
Gimieron.
-Llevo mucho tiempo esperando este momento
-Pues no lo estropees
Lo empujo, rodaron y quedó arriba de el, que acariciaba sus muslos al tiempo que ella subía y bajaba con las manos entrelazadas en su pelo, cerrando los ojos, respirando con fuerza.
-Eres la mujer más sexy que conozco
-Cállate
Y volvió a acercar su cara a la de el.
-Cállate –susurró
El giró sobre ella y desde arriba le sujeto las muñecas. Sentía una atracción hacia su mirada, se les acababa el aire.
-No quiero callarme
-No he venido a hablar
Gimió
-A qué has venido?
-He venido porque me debías un polvo, he venido a recordar lo maravilloso que era el sexocontigo, sólo eso, luego me iré
-No quiero que te vayas
-Pero eso ya no importa
Volvió a gemir
Arañó con fuerza su espalda y gimieron de placer
-Vámonos
-Vámonos
Más rápido, más fuerte, más alto, más lejos, gritaba, gemían cada vez más, al mismo compás. Y de repente, silencio, silencio y respiración agitada. El se tumbó a un lado, ella retiró un mechón de pelo empapado de su frente. El se giró para mirarla. Ella disimuló cerrando los ojos. Respiraban agotados. El acariciaba su pecho. Ella le apartó la mano.
-Voy a marcharme
-Quédate a dormir
-Mañana tengo que prepararle el desayuno a mi familia
-Volveré a verte?
-Seguramente no
-Te he echado mucho de menos
-Es tarde hasta para las mentiras
Se levantó y entró en el baño. Miró su reflejo con el rimel corrido y el pelo alborotado. Se lavó la cara, se lavó las manos, se metió en la ducha y dejó que el agua fría recorriera su cuerpo.
Salió con el pelo empapado y lo vio semi dormido, desnudo sobre la cama, el ruido de los pasos le despertó, la vio alejarse de puntillas. Llegó al comedor y se vistió, el apareció cuando ella terminaba de ponerse los zapatos.
-Antes nunca llevabas zapatos
-Antes, antes no era así
-Qué pasó?
-Que te fuiste. Y ahora me voy yo.
-Te llamaré
No obtuvo respuesta. Ella ya había abierto la puerta y se despedía con la mano como si fueran a verse mañana, como si no fueran a verse más. Cerró la puerta y bajó por las escaleras, no quería esperar el ascensor. En la calle sólo ella y el ruido de sus zapatos. Giró la esquina, subió en su coche y se marchó.

5/5/08

paciencia.

(Del lat. patientĭa).

1. f. Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse.

2. f. Capacidad para hacer cosas pesadas o minuciosas.

3. f. Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho.

6. f. Bollo redondo y muy pequeño hecho con harina, huevo, almendra y azúcar y cocido en el horno.

4/5/08

Escalofrío

Aquella m a ñ a n a no dejo de pensar en el. En su cuerpo se repetía como un eco la misma s e n s a c i ó n una y otra vez, y un e s c a l o f r í o recorría su espalda, perdía la fuerza y volvía a a c a r i c ia r s e el pelo, como hacía s i e m p r e que sentía que no controlaba la situación.

Le pasaba ultimamente


Se hundió en aquella chaqueta vaquera olvidada que olía un poco a el, un poco a ella, un poco a tabaco, un poco a concierto y volvió a la canción que sonaba cuando se acercaron tanto que pudo diferenciar su aroma del resto de personas de aquella inmensa sala. Tarareando se dio cuenta de que se veía a sí misma balanceándose al compás de una canción recién aprendida y sonrió, le pasaba mucho últimamente, se balanceaba al compás de una canción que sonaba en su cabeza y sonreía.

Le pasaba mucho últimamente que sonreía